viernes, 22 de abril de 2011

Semana Santa (o Receso de Primavera?)

Una semana de abril del 30 d.C., en Jerusalén, era la Pascua judía, fiesta a la que se volcaban los pueblos de Judea y Galilea. Entre ellos, llegó un grupo de pescadores, pastores y campesinos hebreos liderados por un maestro religioso llamado Jesús de Nazaret, de unos 35 años, el cual fue arrestado debido a las maquinaciones de los líderes religiosos del pueblo judío en aquel entonces, los fariseos. Y apoyado por estos líderes, el gobernador romano de la provincia de Judea lo mandó crucificar el día anterior a la Pascua, viernes. Ese viernes murió Jesús, y cuenta la leyenda que el domingo resucitó, y se apareció a algunas mujeres fieles de sus creencias. Esta leyenda, que se llama evangelio en lenguaje coloquial, es parte trascendental de las creencias cristianas que, en diferentes colores, sabores y olores, contienen a más o menos un tercio de la población mundial. Y más o menos la mitad (en el mundo) de los cristianos son católicos, los que celebran de una u otra forma toda esta semana con el nombre de Semana Santa. Entre ellos, más o menos el 85% de la población colombiana, que está bautizada.

Población colombiana entre la que me cuento. Escribo esto desde Duitama, ciudad de 130 mil habitantes en el (inundado) valle del río Chicamocha, en Boyacá; tierra de lo más católica de este país. Acá la gente todavía cumple con muchos preceptos: lleva ramos de caña, porque ya no se puede usar palma, para el Domingo de Ramos. Visita monumentos los Jueves Santos, en varias de las 15 iglesias, más o menos, que tiene la ciudad. Hace el viacrucis los viernes. Algunos se aguantan dos horas de las Siete Palabras; otros van a las vigilias, y así. Acá en Boyacá se vive todavía la religiosidad y recogimiento de la Semana que, todavía, algunos se empeñan en llamar como Mayor. Cómo se vive? Todo está cerrado. No hubo hoy buses, no hubo taxis, ni supermercados (sólo Carrefour) ni la mayoría de restaurantes ni bares ni nada de nada de nada. Todavía la gente se reúne a rezar en Semana Santa.

Por qué digo que "todavía"? Pues porque está reduciéndose esa proporción de gente que toma la Semana Santa como una cosa religiosa. Y aumenta la que la toma como descanso, como yo. Sinceramente, yo fui a ver monumentos ayer e hice el viacrucis (así sea dentro de la iglesia que queda a una cuadra de mi casa de acá) esta mañana, pero porque mis papás iban; si no, me quedaba en mi casa durmiendo, viendo películas que me tocan, o simplemente pasando las pertinaces lluvias, que mal que bien, se calmaron para las 24 horas de las procesiones. Y muchísima gente directamente se olvidó de lo religioso, cogió las de Villadiego, y se fue a donde el presupuesto, el clima y los derrumbes la dejaran. Llámese Villa de Leiva o Miami, Armenia o Cancún, San Andrés, Santa Marta o, simplemente, se quedó en Bogotá. Y qué es todo ese bullicio? Dejen descansar, carajo, que hace guayabo.

Cada quien hace de su trasero un candelero, dice mi mamá. Cada quien tiene libertad de escoger la religión en la que cree y la forma en la que lo expresa, dice la constitución. Y cada quien conoce de qué lado le tallan los zapatos, dice el refrán. Así, cada quien verá qué hace con los días que los empleadores otorgan, sea de buena voluntad u obligados por el gobierno, para descansar y recogerse, diría la Iglesia Católica. Iglesia que cada vez está más enredada en poder conseguir que la gente se aproxime a ella. Y eso se nota en las procesiones, que tienen un promedio de edad mayor, y una proporción menor de jóvenes, cada año. A nosotros los adolescentes y adultos muy jóvenes - diga usted, hasta los 27 - no nos llama la atención mucho estar dos horas a sol y lluvia cantando desganados cosas como "por tu cruz y tus clavos, perdón, Señor, piedad..." o recitando, que no rezando, una oración que nos coge "gimiendo y llorando en este valle de lágrimas" (Dios te salve, Reina y Madre, madre de vida, dulzura...)

Para muchos, este es el Receso de Primavera que los gringos llaman Spring Break y aprovechan para bajar a calentarse, luego de varios meses de nieve, embriagarse como cosacos, tener sexo como mandriles, y volver como muertos a presentar exámenes. O a estudiar, se han visto casos. Y sí, para muchos ese es el plan de Semana Santa: bajar al valle de los pueblos sexosos (Nalgar, Tirardot, el Preñón, Carmen de Apichalá) a hacer las gracias que sugieren dichos nombres, adorando al dios Baco o su equivalente aguardientero. Si da la plata, hasta Cartagena, Santa Marta, San Andrés o donde caiga. Y si no, pues qué carajos.

Yo no puedo hacer eso. Motivo? Estoy con mis padres, mi mamá está con su madre (es decir, mi abuela) a 2 km, y por ende se hace lo que la matriarca de la familia diga; sobre todo porque la familia materna viene del pueblo de Tibasosa, conocido como el Matriarcado gracias a sus 5 alcaldesas consecutivas en los 70. La matriarca de la familia tiene 83 años, está lúcida y jode como por 10. Y por gracia de ella no se sale a los bares, no se reúne uno con los amigotes, no se come carne desde el miércoles, y no se hace un carajo. Es tiempo de recogimiento y reflexión. Tal vez eso es lo que nos hace falta, reflexionar un poco en medio de tanto trago y tanto guayabo. Yo ya puse mi reflexión de la semana. Eso, o que el aburrimiento por no hacer un carajo me tiene pensando pendejadas sobre la Semana Santa mientras me voy a Bogotá...

miércoles, 6 de abril de 2011

La Ley Lleras

El ministro del Interior y de Justicia, Germán Vargas Lleras, presentó el día de ayer ante el Congreso un proyecto de ley con el fin de regular el acceso a contenido por Internet sin cumplir con la normativa de derechos de autor. En pocas palabras, el proyecto de ley implica que podría penalizarse con cárcel a los que utilicen Internet para obtener artículos como películas, canciones, programas o libros sin pagar los derechos de autor, y sancionar a los proveedores de Internet que se presten a esta piratería con bloqueos de sus páginas, suspensión del acceso o simplemente dando de baja sus servicios.

Este artículo de Carlos Forero, en su página Segunda Plana (recomendadísimo de esta casa) contiene un análisis de 8 puntos que propone el autor para oponerse al proyecto. Más allá de obviedades como que este país tiene crímenes peores por los cuales preocuparse, o que la medida fue planteada desde el Mininterior sin consultar con un ente capacitado como lo es el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, existen dos puntos de esta crítica que tomaré y desarrollaré para realizar la mía.

El primero: la norma induce directamente a asumir que todo el que descarga una canción o un libro lo hace pirateando. Ignora, de esta forma, la posición del freeware, el código libre y el copyleft: el ministro Vargas Lleras parece ignorar, a partir del lobby, que existe una comunidad de artistas que crean sus obras fuera del alcance de Sayco y Acinpro. Súmese a esto la exigencia de Sayco, donde uno literalmente no puede tener un radio o un computador con parlantes en un negocio desconectado y dañado, sin pagar, porque se vuelve ahí mismo evasor de derechos de autor. La normativa en ese tema, en particular en lo relativo a música, es supremamente retrógrada y desfasada con las realidades tecnológicas. Y los sobrecostos por estas normativas son escandalosos. Veía un tweet al respecto, según el cual un libro publicado en Argentina llega con 75% de sobrecostos a una librería colombiana por aduanas, impuestos y derechos de autor.

Ese es otro asunto. Muchas de las fuentes de la piratería se dan en realidad porque no hay más que hacer: en este país, la oferta musical y de literatura no académica, es excesivamente limitada. Por ejemplo, he volteado medio centro de Bogotá buscando obras de Harry Turtledove, y no he encontrado. Así mismo, en Colombia no hay un Amazon, Barnes and Noble, iTunes, Netflix u otro servicio que permita adquirir música, libros, películas o programas de televisión por Internet, sin problemas. Lo más cercano es la Librería Nacional con su compra de libros por Internet, un buen proyecto, pero limitado por lo que hay en sus propias estanterías y depósitos.

En fin, esta norma ha demostrado ser impopular. Yo me opongo a ella, por lo que he comentado arriba; no por los problemas de derechos de autor y la anarquía digital. Como puse en Twitter, yo apoyo una norma que penalice la piratería cuando haya alternativas válidas. La situación momentánea se presta para llevar a romper la ley a quien necesita o quiere realizar algo fuera de los límites de Sayco, las grandes editoriales, disqueras o estudios de cine. Y ciertamente, aunque es cierto que la piratería ha sido poseída, el país no puede seguir en esa tónica política de considerar culpables a todos por adelantado, sin antes averiguar sus motivos. Las normas deben adaptarse a la realidad, y la ley Lleras parece querer adaptar la realidad a una norma. En eso, espero que el MinTIC pueda prestar colaboración a la cartera del Interior, para evitar que Vargas Lleras, que lo iba haciendo bien como ministro, cometa un error similar al de la Ley SINDE en España, y el retroceso político que esto le implicó. Así sea por eso no más, pensando en las elecciones del 2014, Vargas Lleras debería reconsiderar la rigidez de su postura.

martes, 5 de abril de 2011

El amor libre

Estoy enamorada. De una forma absurda. Siempre creí que mi príncipe azul (por el jean Diesel, obvio) llegaría a mí montado en un brioso corcel BMW, plateado y cabriolet. No esperaba menos, así me criaron mis papás. Desde antes de salir de Puerto López a estudiar administración en Bogotá, ya conocía los Estados Unidos. Y no fue más que llegar a la capital para recibir mi propio apartamento en Chapinero Alto, mi carro (eso fue después que resulté becada), tarjeta de crédito y celular postpago, y una excelente dotación para estar siempre con lo último.

Y tampoco lo voy a negar. Soy atractiva y creo que debo usarlo como mejor me guste. Y en ese entonces era aún más atractiva, lo sé. Iba al gimnasio todas las mañanas, al salón de belleza todas las semanas, a broncearme en Melgar o Villeta cada mes, y a comprar ropa y zapatos cada dos meses. No escatimé en nada entonces, sólo en la comida. Era una mujer que, al bajarme del Twingo o del taxi en la universidad, estaba segura que podía llamar la atención sin necesidad de ser estridente. No importaba que sea un poco más bajita que el promedio, eso lo compensaba con el cuerpazo que me gastaba y la habilidad de seducir sólo a quien necesitaba.

Y así lo hice. El profesor Samper, que estaba a punto de joder mi historia académica hasta que me jodió de otra forma y se le jodieron los planes con un 4.5 de nota final, que tecleó todavía sudoroso en su planilla final desde mi computador, en mi alcoba. El brillante Rada, feo pero un sacrificio útil, que me ayudó a pasar sin mayor esfuerzo la matemática. Jesús Olaya, al que se le daban tan bien los ensayos como el sexo oral. Por supuesto, también estaban los amantuchos de pacotilla, los one night stands, y las relaciones de tres meses para que las exposiciones dejaran de ser una tortura y se volvieran un paseo, y si gozaba, mejor.

Pronto corrió el chisme: que yo era una perra. Y dolió, para qué negarlo. Pero siempre me impuse; como les dije antes, sólo me comía a los que me importaba. Nunca nadie me pudo emborrachar y llevarme a la cama, porque si algo heredé de Puerto López, fue un hígado resistente y la experiencia: así perdí la virginidad, y me juré que nunca me iba a pasar de nuevo. Tampoco cometí lo que se llama "un error": cada one night stand era alguien a quien quería comerme y nada más. La única relación "seria", si quieren llamarlo así, es la de Olaya, pero no porque fuera el mejor amante (cuando estábamos cuadrados tuve muchos polvos mucho mejores, aunque cómo me lamía...) sino porque era el mejor escritor, y yo estaba siempre preparada a que él, luego de terminar sus ensayos, ensayara toda suerte de posiciones para creerse él el mejor polvo. Y yo fingía cuando tocaba, y disfrutaba cuando podía.

Así llegué a la pasantía, y me gané lo que mi mamá llamó "un puestazo". Una pasantía remunerada en una multinacional, en planeación de proyectos. La expectativa de que el puesto sería mío al terminar esos seis meses. El sueldo. que me aseguraba la independencia y la posibilidad de viajar cuando se me diera la gana. Y un jefe supremamente atractivo, un inglés elegantísimo y caballeroso, y al mismo tiempo, bebedor empedernido, aunque algo retraído. Todo estaba listo, mi vida sería una maravilla.

Aún así, no fui feliz. El trabajo fue muy duro, y por tanto me tocó dejar de ir al gimnasio: no podía llegar a la oficina muerta, ni qué decir a la salida. El sueldo me satisfacía, pero estaba bebiendo cada vez más y bailando cada vez menos. Y además, mi jefe resultó ser un sádico, que quería convertirme en su esclava tanto en la oficina como en el reservado del Radisson que tenía. El día que le dije que no quería irme con él a Cartagena de puente, la pagué caro: toda su frustración se la dio al trabajo. La tensión me tenía loca, y el colmo resultó ser que mi jefe directo diera su veredicto: aprobaba la pasantía, pero esperaba un nuevo pasante el otro semestre. No había dado la talla para trabajar con él.

Esa semana, mi príncipe azul llegó de otra forma. Me le presenté: "mucho gusto, Tatiana". Lo primero que dijo: "Lindo nombre, linda mujer." Y su voz me cautivó, su mirada me mató, y su habilidad de seducción me atrajo irreversiblemente. Una sensación increíble se apoderó de mí, no puedo explicarla. Ustedes entenderán: se fue al carajo mi idea de un príncipe en BMW, ahora lo había reemplazado por quien tenía al frente.

Hoy también está al frente, en la bañera. También descubrí que era buen polvo; esa misma noche, de hecho. Y ella estuvo en mi graduación, porque mi papá nunca aceptó que me metiera en esta relación, y prácticamente me desheredó. Pero ahora estamos felices, nadie nos molesta. Mamá me sigue girando plata, pero ya no hay apartamento ni carro para mí. Mi trabajo actual no importa. Vivo con mi amor, y Paula, mi propia princesa azul, resultó sacando la lesbiana que casi todas las mujeres llevamos dentro. Ese es el amor libre, y las dos estamos enamoradas y libres. ¿Qué más podemos pedir?

domingo, 3 de abril de 2011

Activismo conceptual

Mañana, 4 de abril, mucha gente saldrá a las calles de las ciudades colombianas con una manga del pantalón remangada. El motivo, a pesar del clima lluvioso, no es proteger las botas de los pantalones. Tampoco es mostrar sus medias, o falta de ellas. Y mucho menos, se trata de alguna campaña publicitaria, aunque se parece en algo. La campaña es de tipo social e impulsada desde las redes sociales: la idea es remangarse la bota del pantalón para sensibilizarse sobre las víctimas de minas antipersona y mostrar rechazo a su uso por parte de los actores del conflicto. El drama de las minas antipersona se muestra muchísimo mejor de lo que soy capaz en la película "Los Colores de la Montaña", que recomiendo.

Ahora, qué tan útil es? Poco. Ese es un apoyo netamente conceptual.

Por qué netamente conceptual? Simplemente porque ese apoyo está presente. No creo que haya alguien que no sepa la dureza de las muertes, lesiones y mutilaciones que generan las minas antipersona. Así mismo, creo que son pocos los que no rechazan su uso, aunque no tengan que gritarlo. O demostrarlo fehacientemente. Ahora toca demostrarlo fehacientemente, porque si no, uno es un insensible. Mañana no me voy a remangar el pantalón, y ya preveo a la gente armando escándalo que por qué usted es así, qué le pasa, es que no entiende.

Pues sí: sí entiendo. Y porque entiendo, no lo voy a hacer. No voy a remangarme el pantalón, porque sé que este es el segundo país con más víctimas de minas antipersona, sólo superado por Afganistán. No lo voy a hacer, porque sé que más de 30000 personas han sufrido estos impactos en esta década. Y no lo voy a hacer, porque sé que coger mi pantalón y levantarle la bota para mostrar una media no va a ayudar a nadie en ese sentido. Es como la famosa campaña del año pasado de cambiar nuestras fotos de perfil en Facebook por caricaturas, dizque en contra de la pedofilia. Y lo peor: la gente lo cree.

Las campañas útiles exigen un esfuerzo real. Salir a la calle y protestar, por ejemplo. Donar algún objeto que ya no queremos, para que en vez de estar guardando moho, sirva para otro. Esa sería una ayuda útil. Váyase de voluntario a una ONG, eso sí que sería mucho más útil. Todas esas cosas realmente modifican algo la condición de los damnificados por esta y por otras catástrofes. Pero remangarse el pantalón... como que para lo único útil es para que la pierna coja algo de color, ahora para Semana Santa. De resto... mmm... como jodido.

Por eso es el apoyo conceptual: se queda uno en el concepto del apoyo, en "ayudar de forma abstracta" a estos damnificados, y se lavan las manos a la hora de pasar a lo concreto. La intención no es suficiente: bien dice el dicho "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones". De nada sirve que nos mostremos indignados, si lo hacemos para quedar de muy conscientes y desentendernos del tema en búsqueda de la próxima campaña para lavar nuestra conciencia. Hace 15 días, era "La Hora del Planeta", en la que al menos hubo algún cambio medible en la disminución de consumo de energía eléctrica.

Esta vez estamos enconchados con algo que no puede quedarse en ese activismo conceptual, y en creernos superiores por apoyar esas campañas. Ciertamente podemos lograr algo más. La Ola Verde demostró que el activismo en redes sociales y las demostraciones no sirven de nada si no se ponen firmes en algo tangible (incluso: la Ola Verde todavía tiene en muchas ventanas pósters de "La Vida es Sagrada" y de la campaña Mockus - Fajardo). Así que espero que lo de mañana sirva para replantear esa postura y analizar si somos realmente capaces de conseguir una forma de usar el poder de las redes sociales para algo más que levantar la bota de los pantalones y sentirnos muy comprometidos por eso.