jueves, 23 de septiembre de 2021

Tachonazos 4: Cuando todo se derrumba

Solo pasaba por aquí a mirar qué tanto polvo se ha acumulado. Han pasado demasiadas cosas en cuatro meses de turbulencia que se han llevado todo por delante, pero el polvo aquí sigue quieto. Como si nada hubiera pasado. Como si nada fuera a pasar.

La vida. El último tachonazo tiene más de 10 años de vigencia y yo no soy el mismo tipo que era en ese noviembre de 2010, despechado por alguien que nunca iba ni va a ser el amor de mi vida por más que yo lo quisiera. Muy tarde lo vine a descubrir, cuando ya eso no solo había acabado mis opciones con ella, sino muchas otras. Hay muchas personas a las que les hice daño por perseguir una quimera, por tratar de buscar una luz al final del túnel que terminó siendo un tren y por poco me arrolla. Debo pedirles disculpas, pero no ahora. Hay que dejar que el tornado exterior se aplaque.

El tornado. Del tipo que era en febrero queda muy poco. Ya me había acostumbrado a una casa (en mucho más de un sentido) y al final las condiciones hicieron que fuera otra. Me convertí en otro tipo de persona, una que solo depende de sí mismo para hacerse una pasta, pagar el agua o levantarse todas las mañanas a aguantar los maltratos, los insultos, la amabilidad corrosiva que camuflaba puños de hierro en guantes de seda, que se mete en las entrañas y las despedaza, socava los cimientos de la identidad personal y genera dudas hasta de quién es uno. De qué es lo que hace. De si tomó la decisión correcta al jugársela a vivir de algo como el periodismo.

Quiso la fortuna, Dios o como lo quiera llamar usted, amigo lector, que aparecieran puntales para evitar que ese derrumbe fuera completo. Los hubo cuando el derrumbe era de hogar. Los hubo cuando la salud colapsó y en un momento, acostado en el colchón de una casa ajena pero donde me sentí más en mi hogar en mucho tiempo, llegué a pensar que iba a ser una de las cifras fatídicas del tercer pico del covid, de la variante alfa, delta, mu (ese nombre), de la que fuera que me tuvo 20 días tosiendo en vez de respirar. Sobreviví con problemas serios de concentración y de ansiedad. Y cuando intenté enfrentarlos, se derrumbó mi vida laboral.

Mientras escribo esta primera parte tengo la carta de renuncia que me pidieron al lado. No quiero que la gente de la página piense que es contra ellos, porque es un equipo brillante que es capaz de muchísimas cosas, donde la camaradería no va solo de dientes para afuera sino hay amistades legítimas y duraderas. Algún día nos tendremos que volver a ver para reírnos de todo esto.

Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas. Vuelvo dos semanas después a ver el saldo: positivo en medio de la tormenta. Tal vez la expresión no era de tornado, sino como me dijera una antigua compañera, de incendio. Había que quemarlo todo para dejar que las cenizas se convirtieran en abono y desde ahí sembrar mejores cosas. Las llamas han hecho su labor purificadora, ahora solo queda en uno sembrar y evitar que la maleza se convierta en el elemento que domine este incendio. A trabajar, no queda de otra.

lunes, 20 de septiembre de 2021

No hay nada mejor que casa


Las tazas sobre el mantel
La lluvia derramada


No hay cosa más frustrante que buscar un apartamento en arriendo económico en Bogotá. Lo encuentras muy lejos, en mal estado, pequeño, te piden historia hasta de la llegada de tus ancestros al nuevo mundo, y al final te responden con un “gracias, vuelva pronto” porque no ganas lo suficiente, aunque estés entre los mejor pagos del país. Yo quería conseguir mi casa propia, irme del hotel mamá donde ya no se justificaba eso de estar “colaborando” cuando se tienen ya 30 años y un posgrado, tener un lugar donde pudiera decir “vengan y rematamos” o donde pudiera llevar a alguna hembrita. Un espacio propio.

Un poco de miel, un poco de miel no basta...

Pero me llamó la atención muchísimo una publicación en Facebook. Era un apartamento demasiado grande para irme a vivir solo. También era un apartamento que se me hacía muy conocido, aunque no sabía por qué. En uno de esos conjuntos de San Cristóbal, no habría forma de que no me quedara muy lejos ahora que tendría que volver a la oficina. Pero algo me lo recordaba, algo me atraía para que llamara al número y le dijera a la señora que estaba interesado en el apartamento y quería verlo.


El eclipse no fue parcial
Y cegó nuestras miradas


Cuadramos la cita para el sábado. Salí muy temprano de casa, para poder cumplir a las 10 sabiendo que era poco probable que el SITP pasara a tiempo. Al llegar al paradero sobre la 68, ahí estaba el bus, casi que esperándome. Me subí y dejé que Spotify hiciera su magia, con todo el Fito Páez, Calamaro, Pedro Aznar y Cerati que pudiera sacarme. Ando en una fase de fanatismo de rock argentino desde que Lorena me mandó al carajo.

Te vi que llorabas, te vi que llorabas por él…

El primer golpe fue al bajarme en el hospital San Blas, cruzar la Primero de Mayo y entrar al barrio. Todos los negocios me recordaban algo. ¿Esa panadería no hacía los roscones que no volví a encontrar cuando era niño? ¿Y en esa casa donde está la peluquería no tenían una máquina de arcade donde jugaba “el kinofaiter” que después me hizo tan popular entre los niños de Las Ferias?

Solo entendí cuando entré al conjunto, al apartamento y vi una pequeña marca en el armario. “Ricki no se va Ago-98”. La arrendataria creo que también se dio cuenta.

  • Disculpe, sumercé, es que ese rayón ya estaba cuando compré el apartamento, y como solo lo tengo para arrendar pues nunca le paré bolas, pero yo sé que toca cambiar esos clóseres…
  • No, no, tranquila. ¿Hace cuánto tiene el apartamento?
  • Pues don Ricardo, yo lo compré hace como 20 años al banco, tenía una plata de cesantías ahorrada y aproveché que lo vi barato.

Un sorbo de distracción
Buscando descifrarnos


La invité a tomar un café en la panadería, yo pedí un roscón y la dueña una garulla “porque esos roscones eran ricos, pero los dañaron hace rato”. Le pregunté sobre los arrendatarios, los vecinos, el problema para llegar allá, los servicios. Ella me preguntó sobre mi trabajo, mis intenciones con el apartamento, las ofertas que había visto. Solo cuando me fui le dije que no era lo que estaba buscando, pero que Ricki había vuelto al lugar de donde un banco desalmado lo sacó a punta de cuotas del UPAC, que tantos días de lágrimas le había causado a mamá y que había hecho trabajar tanto a papá que al final le provocó un infarto en el taxi...