domingo, 28 de enero de 2024

El problema de la universidad privada no es el clasismo

Ya que por fin los incendios en gran parte del país se están aplacando, se puede hablar de otros temas. Entre ellos un video que publicó algún chino de Tiktok en el que se pone a preguntar a estudiantes de los Andes y de la Javeriana por qué se dan palo tan parejo.

Antes de continuar, debo decir que no soy imparcial en esta pelea, pues soy egresado de maestría de los Andes (y profesional del Rosario). Conozco muy bien los esfuerzos de la universidad ubicada en Germania para abrirse al país y que se acabe el famoso mito de "los Andes está de frente a Monserrate y de espaldas a Colombia". Y aunque no he hecho parte de la comunidad javeriana, conozco decenas de profesionales y hasta docentes del claustro jesuita que no solo son excelentes profesionales sino excelentes personas.

Pero como sabe cualquiera, estas excelentes personas no son todas. Hablar de que alguien que paga 10 millones por su carrera es un resentido porque "no le alcanza" para pagar los 15 millones que cuesta la misma carrera en el otro claustro es medio ridículo. En especial, considerando que esos 10 millones de pesos semestrales, o séase, 1.6 millones de pesos mensuales, es más de lo que gana más o menos el 60% de las familias colombianas. La burbuja de considerar que ese tipo de diferencias que pueden cubrir el 1 o 2% de la población colombiana invalida a alguien es parte de ese famoso mito del uniandino snob.

Por supuesto, es algo que viene de origen. Tanto la Javeriana, que extendiéndonos un poco es derivada del Colegio Mayor de San Bartolomé creado para educar a los hijos de los españoles y criollos de la Colonia, como los Andes, creada en 1948 para educar a las élites en una visión tecnocrática alejada de las peleas partidistas que ese mismo año estallarían en la Violencia, no nacieron como centros de educación popular. Es válido: muchos de los centros más prestigiosos del mundo, desde Oxford y Harvard hasta la Sorbona y la Complutense nacieron para generar élites ilustradas que permitieran dominar el conocimiento.

El problema es en este punto doble. Por un lado, el conocimiento está cada vez más abierto al público y las exigencias del público para abrirlo son mayores. La visión de una meritocracia implica un acceso más abierto a las oportunidades que ofrecen estos centros de prestigio, que muchas veces no son de carácter académico (para la muestra, el hecho que la Universidad Nacional sea en muchas carreras mejor que todas las privadas, y en algunos casos universidades públicas como la de Antioquia, la Distrital y la UPTC las superen), sino de redes de contactos, relacionamientos y el solo prestigio de tener "Andes", "Rosario", "Externado" o "Javeriana" en el diploma.

Y por otro, el país en el que estamos. Estoy seguro que los jóvenes del dichoso video vienen de colegios privados del norte de Bogotá, con nombres de santos, árboles o ciudades extranjeras que tribalizan esa posición. Que al final se unirán para mirar feo a sus compañeros becados porque no tienen plata para ir a Andrés el viernes, o porque llevan coca de almuerzo de la casa y no comen en el CityU. Y qué decir del palo que se le da generalizado a la Sergio Arboleda, que a su vez le da palo a otras instituciones de menor reconocimiento o, como las llamaba un profesor con el que tuve clases, "universitecas".

Esa situación es recurrente en todas las instituciones educativas, desde el kinder hasta el pregrado. En mis tiempos de bachillerato, los de mi colegio de curas se daban a traques con los del técnico del frente (yo no: mi mamá era profesora en el técnico) o con los del técnico público de más abajo cuando había Intercolegiados. Volviendo a la tribalización, esta misma distinción se da entre los de X y Y colegios, que termina con agresiones físicas, como ocurrió con el hijo de José Félix Lafaurie y María Fernanda Cabal agarrándose en pleno Hotel Tequendama con otro hijo de papi y mami porque uno estudiaba en el San Carlos y otro en el Nueva Granada o algo así.

Una de las dificultades más grandes que se viene en los próximos años está en el sector educativo. ¿En qué momento deja de ser rentable meterse cinco años en una carrera para que dé lo mismo que no hacerla? ¿Se justifica estudiar derecho cuando este país está repleto de abogados y uno de los mecanismos de selección para muchos trabajos de inicio es la propiedad de una moto? ¿Se justifica pagar 25 millones de pesos semestrales para tener un diploma que dice "médico" y atender pacientes en 15 minutos? ¿Es mejor no estudiar y volverse youtuber o streamer en Twitch? ¿O solo estudiar inglés y hacer carrera en un call center?

 Estas preguntas pasan por la cabeza de millones de niños y jóvenes de 10 a 18 años (y sus padres). Creer que el problema de la universidad privada es únicamente de estos jóvenes que miran por encima al resto es una visión tan cerrada como la de los propios protagonistas del dichoso video. Y es algo que las mismas universidades deben ver cómo solucionan. Tal vez le llegue más tarde esta discusión a los Andes que a otras instituciones sin su prestigio y sin su clasismo, pero estas no van a estar exentas de esa discusión.

Es cierto que parte de este esfuerzo es abrir las universidades a otros estratos, algo que ha hecho muy bien los Andes con sus becas (cuatro de cada 10 estudiantes de pregrado están becados) y que también impulsaron los gobiernos Santos y Duque mediante Ser Pilo Paga y Generación E. Pero también hay que replantear el tipo de educación que se está ejerciendo y su validez en el mundo académico actual, en especial si no queremos que haya peleítas entre los uniandinos de Teleperformance y los javerianos de Sutherland.

Adenda: es muy difícil no darle palo a la Sergio Arboleda cuando resulta, según la Liga contra el Silencio, que la propia universidad estuvo metida en negocios de tierras con Macaco...

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