¿Alguna vez viste El Secreto de Sus Ojos? Recuerdas la escena en Constitución, seguramente. Cuando Espósito se encuentra con Morales, que hacía la ronda por las estaciones de tren. Un día ahí, otro en Once, o en Retiro, esperando que el asesino de su esposa aparezca. Y luego le cuenta al fiscal cómo a veces le parece que se le va olvidando la cosa, si era un té de limón o de manzanilla, y le queda un recuerdo de un recuerdo. Y le asusta.
Pensé que eras el recuerdo de un recuerdo. De una tarde en tu ciudad, ambos jóvenes e inmaduros, yo buscando un norte que a duras penas me aparece. O de otra tarde tomando café, cerca de mi casa, en esos viejos cafés del centro que todavía de vez en cuando visito pero ya no con el interés de antes, porque prefiero un grano que no necesita cigarrillo para ocultar el sabor sino que se toma sin azúcar. Alguna vez tengo que prepararte algo así, pero seguro tu esposo lo hace.
Y te vi de lejos, muchas veces. Algún día nos encontramos de pasada, como quien no quiere la cosa, y uno de esos otros amigos mutuos que sabes que estábamos detrás tuyo todos en una competencia despiadada pero amable, que sacó para la exhibición su Toyota Celica de colección, aprovechó para acercarnos a ambos porque ambos íbamos relativamente cerca. Y no sé, supe que nunca iba a ganarle mi Renault 9 a su Celica, pero bueno, en ese entonces todavía estudiaba contaduría. Después, ya sabes, terminé haciendo lo que quería y pude vivir de los carros.
O eso pensé, cuando te vi otra vez mucho tiempo después, ya acoplada a tu nueva vida, la docencia, la universidad, los trabajos. Tú también cambiaste y dejaste el trabajo con el Estado por irte a la academia. No te culpo, alguna vez me lo ofrecieron, hacerle campaña a un político, que estuviera en Hora 20 y que Julio lo llamara a las 7. No lo acepté, porque pensé que nunca podía hacerlo y porque me gustaba mucho presentar el programa que me permitió verte por última vez hace ya 6 años, nada más. Hasta que llegó la pandemia y lo mandó todo al carajo.
Sé que alguna vez viste El Secreto de Sus Ojos y te acuerdas del final, cuando Espósito visita a Morales en la finca afuera de la ciudad y se encuentra que había apresado al asesino. La frase que tal vez más me marcó de esa película, más que el "un hombre puede cambiar de lo que quiera, excepto de pasión", o toda la secuencia de atrapar al asesino en cancha de Huracán, o "esa mina tiene más ganas de casarse que Susanita", o incluso de cómo Francella se hace pasar por Darín para salvarle la vida, es la respuesta de Morales cuando lo descubre Darín.
"Usted me prometió perpetua".
Hace poco mi psicóloga me preguntó quién era yo, más allá de lo que hago. Tuve que volver a ver la película porque me acordé de inmediato de dos cosas. De cómo un hombre puede cambiar todo, excepto su pasión. Y de cómo esa pasión se vuelve perpetua. Y de cómo en 10 minutos que nos dio la vida luego de esa convención que me llevó a estar justo a la mitad de camino entre tu oficina y tu apartamento, más allá de esos planes elaborados que se trastocaban por una llamada urgente o un cubrimiento o un robo de celular que impedía los vuelos, pude volver a verte.
Dejaste de ser el recuerdo de un recuerdo.
Verte con tu vestido azul entre tantas camisas blancas hizo valer la pena todo, los regaños de los directores, los de la coordinadora, el vuelo de ida de madrugada y el de regreso de medianoche, la corredera eterna e insoportable.
Todo por verte 10 minutos, escuchar tus quejas de la asamblea de copropietarios y que sonrías. O que te quedes dormida en el bus, que salgas corriendo para que no te deje el semáforo en la mitad. Que me preguntes qué carajos es un "BYD Yuan Up" que te sale en la pantalla de Uber y te diga "la camioneta blanca que está subiendo detrás de los dos taxis". Que te emocione un café como en el centro. Una cerveza como en tu ciudad. Un agua Manantial como en el Oxxo. Pero que sea contigo y con esa pasión que sé que no voy a poder apagar, porque me prometí desde el primer día que te vi que sería perpetua.
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