miércoles, 30 de diciembre de 2020

Alcaldesa: no es malo que reconozca que la está embarrando

Estimada alcaldesa Claudia López:

Este viernes cumple un año al mando de Bogotá. No hay que recalcar que fue un año atípico, en el que todos nos enfrentamos a un riesgo inesperado y como pudimos, hemos llegado a esta época de balances de una manera más o menos positiva. A usted le correspondió una situación de control de una ciudad particularmente difícil, y durante un tiempo en marzo y abril usted fue una de las personas que más se puso a la altura de las circunstancias en este país. El manejo inicial en esas semanas críticas fue envidiable.

Pero algo se jodió entre junio y julio.

No sé si fue la situación económica que multiplicó las demandas de ayuda en un momento en el que no había recursos. Tampoco sé si hubo presiones excesivas por parte de gremios y empresarios con el fin de reabrir todo a las patadas. Incluso, no sé si pueda decirse que simplemente se acabó la luna de miel que cada nuevo mandatario tiene durante el inicio de su gobierno. Pero la verdad, alcaldesa, este segundo semestre de 2020 ha sido muy decepcionante.

No hablo únicamente de la atención de una pandemia que está amenazando nuevamente con desbordar a la ciudad. En este aspecto las medidas han brillado por su improvisación, en especial las de los últimos días. El caso de la ley seca es emblemático: el anuncio de las 12 cambiado por otro anuncio a las 5 y luego por un decreto que no decía exactamente lo que decía el otro anuncio, por lo que durante unos minutos nadie sabía exactamente qué pasaba, si había propiamente ley seca o solo restricción de consumo de licor, si los bogotanos podrían comprar un trago para brindar en Navidad. Al menos para el 31 quedó fijo que hay ley seca. Parafraseando a Homero Simpson, "la ley seca hace que los bogotanos beban más y se emborrachen más", así que la lluvia de pólvora y los accidentes de tránsito son conclusiones lógicas.

Tanto como las aglomeraciones y marchas en plena final del Fútbol Profesional Colombiano entre Santa Fe y América, con hinchas de ambos lados bloqueando vías y armando alboroto. E incluso, tanto como las aglomeraciones de miles de personas comprando regalos de navidad en San Victorino y en los centros comerciales.

Tengo mis dudas sobre si hubiera sido mejor un cierre en noviembre, pero eso ya es pasado. Lo que no es lo que la espera, alcaldesa, este 10 de enero cuando vuelva de sus vacaciones. No va a ser únicamente la pandemia: va a ser la oleada de delitos de altísimo impacto, porque ya no son solo robos sino muertes para quitar celulares. Va a ser la crisis de movilidad por chambonadas absurdas como quitarle un carril a la vía más congestionada de Bogotá para montar un bicicarril inútil mientras 500.000 personas deben lidiar con trancones de tres horas. Va a ser el equilibrio con un Concejo que no le cree y con una oposición cada vez más bulliciosa, y un apetito burocrático más difícil de saciar.

También va a ser la lista de evasivas a las promesas de campaña incumplidas, como pintar buses del Sitp de amarillo "para que se vea que son limpios" mientras hace tres troncales nuevas (68, Cali, Caracas hasta Usme y promete otras dos (13 y Séptima). O como la inversión en "escenarios para llevar la cultura en los barrios y apoyar a los artistas" que terminan convirtiéndose en fuente de aglomeraciones. O incluso, esas declaraciones en las que culpó de los crímenes en TransMilenio a los venezolanos, tratando luego de rescindirlas pero sin decir "la embarré".

Alcaldesa: tiene en sus manos un 2021 que puede convertirse en la oportunidad de oro para una recuperación y un repunte de Bogotá. El POT, el inicio de obras del Regiotram y el diseño de la segunda línea del Metro, la expansión de Bogotá Solidaria y la renta básica, la construcción del San Juan de Dios, e incluso cosas mucho más pequeñas como un colegio o un jardín infantil, son una chance para una ciudad más digna y mejor. Y todos sabemos que usted busca convertir el desempeño en el Palacio Liévano en un trampolín que la lleve dos cuadras más al sur, al Palacio de Nariño. Pero para llegar allá, tiene que hacer las cosas mejor que cualquier otro alcalde. Y no lo está haciendo.

Y sobre todo, reconozca que la está embarrando. La soberbia de no ver sus errores como tales la acerca más a sus enemigos políticos, a los que no hay que mencionar, de lo que quiere reconocer. Una de las cosas que más repudio causa de su antecesor es justamente esa soberbia de asumir que toda decisión que tomara era buena y que quien la rechazaba lo hacía únicamente por principios políticos. En el Congreso usted dio pruebas de ser capaz de negociar y ajustar cosas, sin perder la vehemencia. En la Alcaldía es parte del trabajo.

Atentamente,

El C. de R.

Adenda. El aborto es legal en Argentina, y es algo para celebrar. Pero no me deja de sonar sospechosa su aprobación en un momento tan crítico en el país, luego de tres años de una discusión increíblemente polarizante y desgastante. Y temo que en Colombia se convierta en una cortina de humo azuzada para pegar a cualquier proyecto político sin oficio ni beneficio ese activismo feminista...