domingo, 26 de diciembre de 2010

El post del daño 2010

Porque eso es lo principal que se vio en el 2010, en mi humilde opinión. Daños por todos lados. Desde el terremoto en Haití, el 12 de enero - y para completar, los problemas del cólera en estos meses recientes -, hasta las inundaciones, deslizamientos y derrumbes en Colombia y Venezuela, mencionados por Su Santidad el Papa en el clásico saludo de 25 de diciembre. Desde la destrucción causada por el otro terremoto grande, el de febrero en Chile, hasta el caos por las nevadas en Europa Central. Desde la detención de casi todos los vuelos en espacio aéreo europeo por el volcán impronunciable, Eyjafjallajoekull o algo así, en Islandia, hasta las graves dificultades con las que tendrá que verse el Departamento de Estado de los Estados Unidos, cortesía de Julian Assange y Wikileaks. Daños por doquier. Nada más usted, amigo bogotano, asómese a la ventana o salga y dése una vuelta por la calle 26. El daño de los Nule a la capital es impresionante.

Aún así, el año será recordado probablemente por otros factores. Para los que gustan de las historias de supervivencia, los 33 mineros de Chile dieron una novela inacabable en los 70 días que duraron sepultados en una mina. Nosotros los fanáticos del deporte lo recordaremos como el año de los españoles: Nadal, Pau Gasol, Xavi Hernández y Andrés Iniesta (tanto en el equipo de Guardiola como en el de del Bosque), y por supuesto, la pelea de Alonso en el campeonato que terminó en manos de Vettel. Y este país también lo recordará, además del invierno, como el año en el que Juan Manuel Santos asumió el poder y empezó un proceso de modificación estructural, que le ha quitado de encima tiempo al gobierno para mirar pendejadas como los 5 millones, más o menos, de damnificados por las inundaciones.

Lo cierto es que también este año se vio el poder de la gente a pie. Gente a pie como el militar que entregó 250 mil documentos del Departamento de Estado y armó una barahúnda en donde todo el mundo se puso a saber lo que los gringos tienen para decirle. Gente a pie como los miles de niñas que subieron a Justin Bieber de prepúber cantante en Youtube a estrella de talla mundial (lo mismo aplica para el creador de Annoying Orange, Mark Zuckenberg vía Facebook y The Social Network, y demás maestros de los virales). Gente a pie como 33 de los decenas de miles de obreros de la minería en el desierto de Atacama, que se volvieron famosos al caerle encima una roca de 700 metros, durar dos meses largos bajo tierra, y sobrevivir. Gente a pie como los de la Ola Verde, que fueron capaces de llevar un millón más de votantes a las urnas y darle a Antanas Mockus, a pesar de las pifias de los debates, el 22% de los votos en primera vuelta y el 28% en segunda. Gente a pie como la que armó el Tea Party en los Estados Unidos, que es una de las mayores piedras en el zapato para el gobierno de Barack Obama, sobre todo por el poder nuevo de los republicanos en el Congreso gringo.

Aún así, el poder de la gente de a pie no es suficiente para cambiar las cosas donde se pueden cambiar. Por mucho que 9 millones de personas hayan votado por Santos para que siguiera las políticas de Uribe, Santos ha decidido seguir por su camino y cambiar cosas importantes. Por mucho que la costa se inunde todos los años en los que no hay El Niño, la corrupción de los políticos costeños es uno de los principales culpables para que se haya deteriorado la protección contra inundaciones, con el resultado que las orillas de los ríos costeños están a 5 o 6 km de donde deberían, con los resultados de esperar para los cultivos. Por mucho que todo el mundo vea claro que los bancos tienen ganancias que se cuentan en billones de pesos (miles de millones de dólares) e intente protestar, los bancos siguen cobrando lo que se les da la gana por retiros, consultas, dando intereses de miseria y cobrando lo más cerca a usura que pueden. Por mucho que uno intente trollear al señor expresidente Uribe en Twitter (y "uno" es tanto el twittero a pie como Felipe Zuleta Lleras, Daniel Coronell o Vladimir Flórez, alias "Vladdo"), él sigue ahí, impune, con sus hijos, peleando con todo el mundo.

Como resultado, este es el año en lo que más se va a recordar son daños. Hasta el fútbol salió dañado, con la nominación de Rusia y Qatar a los mundiales 2018 y 2022, respectivamente, sobre todo por la última. Pero la gente no recordará eso. Tal vez la imagen del año sea la del presidente Piñera diciendo "viva Chile, mierda" cuando aseguró que iba a sacar a 33 compatriotas suyos enterrados en cercanías de Copiapó. Porque hay que mantener la esperanza viva, y los mineros fueron la esperanza del mundo durante dos meses largos. Por eso hoy día están por el mundo, los llevaron a ver al Manchester United y a Disney World.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Querido niño Dios...

(N. del C. de R.: el post a continuación está basado en este post de uno de los blogs más leídos de estos últimos meses, "No es cuestión de hormonas" de Naty Marenco)


Querido niño Dios:


Este año no voy a pedir nada material. Más bien me espero para pedir esas pendejadas hasta el cumpleaños. A cambio, te pido algo que va a ayudar a miles de personas, no solo a uno que no ha sido tan bueno este año como debiera, la honestidad por delante.


Y eso mismo es lo que te pido: que le des a este país una pasada de honestidad. Que el país reciba un golpe que lo haga más honesto, sobre todo a su clase política, y que todos seamos más honestos y menos corruptos.


¿Pero cómo así que honestidad?, te preguntarás. Es simple. Viendo las tragedias que han ocurrido en los últimos meses en Colombia y en el mundo, a mí me quedó la duda de por qué los chilenos sí fueron capaces de reconstruir su país después de un terremoto, y los colombianos no hemos sido capaces de protegernos ante la catástrofe anunciada que es cada temporada invernal.


Pues claro, porque los políticos chilenos no son corruptos (al menos hasta donde se sabe acá), y los colombianos sí lo son, y mucho. Desde los Nule hasta los albergues temporales, nuestra clase dirigente es la corrupción hecha gente, y como tal, es más peligrosa aún que nuestro clima, inclemente aunque ya esté dando signos de ceder.


Es por eso, también, que no te pido sol, donaciones ni milagros, niño del pesebre, sino más bien, soluciones. Que esta Navidad no traiga simplemente una mar de regalos para que, en el próximo aguacero, se los lleve la corriente del río Magdalena; sino que la gente que hoy ha perdido todo pueda, por fin, estar tranquila en sus nuevos hogares.


Y gracias de antemano por las cosas materiales que lleguen.


Con cariño,


Juan Manuel.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El post de mi año

Dedicado a Estefanía, que apareció un buen día en el Formspring con una pregunta magistral, y que hoy, 9 meses después, se ha vuelto una  fuente de comentarios y críticas, y una lectora (espero) de este humilde sitio.

Otro año que se acaba. Inicio a escribirlo el 19 de diciembre de 2010 a las 10 de la noche, lo que indica que, a partir de este momento, quedan 10 días y 2 horas para acabar este año, y por una vez en la vida, estoy seguro que voy a cantar con todas las ganas del mundo:



Y sí que me ha dejado cosas muy buenas este año que termina. Ciertamente no me dejó ni chiva (bueno, algo de Chivas sí, pero no mucho tampoco), ni burra negra, ni yegua blanca ni, por supuesto, buena suegra. Pero sí me dejó cosas muy valiosas, y una de ellas es destacadísima: una carrera en lo que me gusta, en lo que soy bueno, y en lo que me va bien. Porque antes estudiaba algo en lo que me gustaba y era bueno, pero no me iba bien (y luego dejó de gustarme); y luego pasé a estudiar algo para lo que era bueno y me iba más o menos  bien, pero que no me gustó. Ahora en el periodismo me siento muy, pero muy, pero muy bien, y mi desempeño académico quedó visto en un post anterior.

En otros aspectos, me parece importantísimo mencionar a un grupo de personas cuya característica principal es que son twitteros. Aunque yo sé que todos los twitteros no son buenas personas - y he estado en varios posts de este año rajando sobre ellos - también quiero agradecer a los que considero amigos, aunque a duras penas los conocía hace 360 días. Carlos Forero, Julián Mondragón, Leonardo Báez, Angie Torres, Andrea Pongutá, Lorena González, Marcela Delgado, Augusto Ruiz, Pedro Poveda, Alejo (Echandía y Cortés), Jaime y Diana Luque. Nombres que dichos así suenan como una lista de fulanos, pero que son personas a las que he logrado conocer por medio de la red social llamada Twitter, con los que pasé buenos momentos en alguna oportunidad, que me dieron oportunidades y apoyaron en su momento, y que todavía están ahí.

Por supuesto, mi momento de gloria del año fue la entrevista al Pibe. Historia que ya he repetido muchas veces (no en este sitio, así que la voy a repetir otra vez más): una entrevista programada un viernes a Nicolás Samper, director de Fútbol Total y uno de los más grandes twitteros que he conocido, que regaña cuando toca pero que no deja de ser buena gente mientras vacía, fue adelantada a miércoles para aprovechar que iba el Pibe. Y pude preguntarle cuatro pendejadas sobre barras bravas, que al final del caso no usé en mi trabajo, pero que me dieron la sensación de que sí, no la había cagado, era esto lo que debía estar haciendo desde un momento. Y al día siguiente, la entrevista a Juan Carlos López, en la que pude lanzar un par de puyas como quería, me confirmó mis impresiones del día anterior: eso es lo que quiero hacer.

Por supuesto, no todo fue bueno este año. Perdí un semestre metido en toda clase de trabajos para evitar morirme de hambre. Me robaron dos celulares y murió otro. Se dañó mi computador, al que tocó meterle casi $300 mil en piezas. No pude superar un momento en la vida, y como resultado terminé perdiendo a mi mejor amiga en una pugna insensata que mantengo sin que, realmente, sepa por qué mantenerla. Tal vez es por celos, o porque decidí perderla con todas las de la ley, no lo sé. Me vi envuelto en un mar de peloteras por todos los frentes, desde el intrascendente de Twitter hasta el pesadísimo frente familiar. Me vi obligado a abandonar la caja del Bestiario2 cuando las diferencias con otros miembros se hicieron insuperables. Duré el año entero sin novia, moza, amante o cosa parecida. Tuve ciertas diferencias con mis compañeros de carrera. Y por supuesto, un duelo inagotable contra el reguetón resulté perdiéndolo.

Pero, al final de cuentas, esos temas negativos del año son poca cosa. Soy feliz haciendo lo que hago, espero con ansias que llegue el 31 de enero e inicie mi segundo semestre en la carrera. Espero que llegue el 15 de enero para llegar a Bogotá, empezar de nuevo mi vida regular, y retomar las cosas en donde las dejé el pasado martes. Estoy dispuesto a hacerlo. Es mi reto. Es mi trabajo. Es lo que quiero hacer.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Altamont, o el fin de la comuna hippie de Twitter

El autódromo de Altamont era, hasta octubre de 2008, una más de centenares de pistas de carreras en los Estados Unidos. Aún así, la fama de esta pequeña pista de carreras, de 800 metros, en la parte interna de California, no se da por sus competencias, sino por un concierto enorme en diciembre de 1969, que, según muchos, dio fin a la concepción de los hippies como una comunidad pacífica e idílica. El Festival Altamont, con los Rolling Stones, Grateful Dead y otros grandes nombres del rock de los 60 a bordo, estaba destinado a ser una repetición en el área metropolitana de San Francisco de Woodstock; pero no. La muerte de una persona en ese escenario, los actos de violencia ocurridos, en parte, por el increíble abuso de drogas (en especial LSD y anfetaminas), la presencia de la famosa - e infame - banda de motociclistas Hells Angels, y otros hechos acabaron con la idea que había dejado Woodstock de paz y amor.

Curiosa entrada para una reflexión de Twitter, supongo, pero es algo que, después de los inconvenientes presentados a lo largo de esta semana sobre los Premios TWT 2010, y en lo que la fundadora de los premios Lorena Chaparro, desde Lyon, coincide, hay una similitud muy grande. La comunidad twittera, y su modo hippie, se ha perdido. Los ideales de tranquilidad y colaboración mutua, que hicieron de la comunidad colombiana de Twitter una comuna hippie 2.0, están ahora dispersos en una masa de intrigas, celos, ciertos problemas graves y comercialización suprema, algo que a uno, como twittero viejo, da pena.

Da pena, por ejemplo, ver unos premios que hace un año eran, como bien lo pone Lorena en su post al respecto, una integración divertida a final de año, donde nos rieramos y dijeramos “uy mire, nosequien se ganó el premio al más pelión”. Esos premios, que se entregaron la semana pasada, pasaron a ser dominados por un afán comercial excesivo. La idea ya no es reírnos de quién es el más tropelero, la más viajada o el que más levanta, no: ahora hay que darle viaje a Aruba a la pareja más linda, un bono comercial al que más emprende, y un reconocimiento a la marca porque es la marca. Y claro, entre estas peleas comerciales y laborales, se da el caso que a uno se le olvide una pendejadita como quién fue el que ganó un premio, entregarlo al sexto de la votación, y luego salir con un "ups, qué pena". Pendejadas que pasan.

Da pena, también, ver cómo la gente que entró a Twitter siendo unas personas se volvieron otras, apenas se les subió un número de followers indeterminado. La divez, como la voy a llamar, se ha tomado el timeline. La forma en la que la gente ha cambiado, y se cree que quien no los idolatre es un troll, un enemigo y alguien que debemos eliminar, se ha vuelto cada vez más contundente. Todo es cosa de divez, y de quién es más diva y cómo se demuestra que somos más divas que el otro. Y si uno dice "oiga, usted está haciendo esto mal", se arma EL mierdero, porque cómo es posible: yo no puedo estar haciendo nada mal, tengo 1529 followers, usted no más tiene 1050, usted es un don nadie, usted es un resentido, chite pa'llá, ucha.

Veamos algunos casos en los que la divez se ha metido más allá de donde debiera, alborotando el criterio de la comunidad de meses pasados en la que todos colaborábamos para todos:

- Algunas versiones de la Twitteratón, que es una teletón dentro de Twitter para recoger ayudas a los damnificados por el invierno, se han visto afectados por problemas personales entre los que los organizan. Por ejemplo, Twitteratón Barranquilla ha tenido inconvenientes debido a la guerra que algunos usuarios mantienen contra uno de sus organizadores, @Turint, por el tema del blog de este último y su afamada sexión (?) "De quién son estas tetas?".

- Los trabajos de publicidad viral tanto en Twitter como en Facebook, que son regulados por un par de agencias publicitarias (algo nada raro, y aclaro: no tengo nada contra la publicidad viral. Es apenas normal que alguien intente posicionar sus marcas en un medio de comunicación, llámese Caracol TV, Todelar o Twitter), han sido asignados permanentemente a los mismos 10 o 20 usuarios, con algunos aumentos recientes. La principal característica que une a los usuarios "benditos" por estos lucrativos empleos, es que todos son amigos de una persona que, sin trabajar en la agencia (de hecho, desde Buenos Aires), controla los nombramientos según como le plazca.

- Aún esto se tomó los Premios. Luego del mierdero comentado, la guerra se trasladó porque el ganador de este premio fue Vladdo, pero la "ganadora" fue @state_0f_mind, una de las twitteras más tradicionales, si se quiere... que de hecho, quedó de sexta en la votación. Cuando se hizo el cambio, arrancó el mierdero para ambos lados, que si era rosca de los organizadores de los premios para con State_0f_Mind, y que, por otro lado, era el colmo darle el premio a la sexta si era un error de conteo.

Cuál es el principal problema con la divez? Que las divas, como dije anteriormente, no aceptan media situación que no sea tal como ellos dicen. Y cuando dos divas se encuentran, la guerra es amplia, como lo hemos visto anteriormente. Así mismo, el deseo actual de las compañías por conseguir reconocimiento y renombre en Twitter ha hecho que la divez tenga un valor económico y social importante, en el que todo el mundo trata de conseguir renombre por cualquier medio para poder codearse con las "celebridades" y tener acceso a las oportunidades financieras que esto acarrea. Despreciable en la opinión de este humilde fulano.

Quisiera seguir hablando de estas razones, pero no da. La verdad es que los ánimos de paz y colaboración se mantienen, pero dispersos, la marea comercial y la tensión traída por trolls y divas ha vuelto que el himno de la comunidad twittera deje de ser un All You Need is Love (de Los Beatles), Good Vibrations (de los Beach Boys) o un Bound for Glory (de Woody Guthrie). Más bien parece un Street Fighting Man (de los Rolling Stones) o un My Generation (de The Who)...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Resumen final del semestre

Dedicado a Laura en Sincelejo, por la ayuda que me dio para sacarme de encima a Bocarejo. Y al profesor Álvaro Duque de Introducción al Periodismo: esas tres horas a la semana compensaron las puteadas por Lógica y Geografía Humana, las peloteras de los trabajos en grupo, y me permitieron mi momento de gloria del año: entrevistar al Pibe Valderrama.

Hoy, 10 de diciembre de 2010, el Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario entrega las notas definitvas del segundo semestre del 2010. Dato que no les interesa pero a mí sí: hoy se entregan las notas definitivas de mi primer semestre como periodista. Así mismo, hoy, 10 de diciembre, salieron los recibos de pago en dicha alma mater. La importancia del dato: debido a que logré mantener mi promedio por encima de 4.0, mantengo media beca. Traducción: sigo estudiando periodismo en universidad privada.

¿Por qué la importancia de que sea "la universidad privada"? Como muchos de los lectores saben, yo estuve durante casi 6 años dando tumbos en LA universidad pública: la Universidad Nacional de Colombia. Las dinámicas entre universidades son muy distintas, y aún el paso por la Facultad de Ciencias Económicas de la Nacho, que es lo más parecido a una universidad privada que hay adentro, es difícil de comparar. Sobre todo, considerando el factor económico y de estratos, que me ocasionaron algunos problemas complejos de lidiar durante los 5 meses que separan este post, escrito en la semana de inducción de este post.

A eso, añádase que yo soy viejo para ser primíparo. 22 años son edad en la que hoy día, la mayoría de la gente está firmando diplomas y saliendo a matarse en las oficinas, como muchos de mis lectores lo hacen hoy día. Si no me cree, vea la edad promedio de los pasantes en su carrera o en la empresa donde trabaja: 21 o 22 años. Yo cumplo 23 en el próximo mes. Y apenas voy a empezar segundo semestre.

El resultado final de todo esto: estoy desconectado del resto de los primíparos. Su crianza está en otras partes: un complejo que, en términos netamente culturales, resultaba muchísimo más variado que el de la Nacional, pero que de los 19 estudiantes a Periodismo y Opinión Pública que entramos, sólo 3 no somos de estratos socioeconómicos 5 o 6. Añado otra de las estudiantes de transferencia: 4 de 21. Los otros 17 (el 80% de la población de este semestre, haciendo cálculo expreso) resultan venir de un esquema socioeconómico similar, y estar metidos en un mismo ambiente en general de crianza.

Es así como quedé desconectado de ellos. Mientras los primíparos estaban en 7º u 8º grado, yo ya lidiaba contra las crudas lides de la ingeniería química, llámese el cálculo diferencial, la transferencia de calor o el movimiento de fluidos. Ellos apenas despuntaban a los licores y las celebraciones cuando yo me metía las festividades del siglo con todo tipo de gentes: los días de los prom para ellos fueron los días del Container para mí. Ellos oyen reguetón, cosa que, a pesar de haberle dado múltiples oportunidades, nunca podré aguantar, ni siquiera borracho. Ellos no conocen lo que es el trabajo, sea arreando madera en el aserradero de mi prima (2006), cargando cajas llenas de documentos mohosos propiedad de Davivienda (2010) o andando - literalmente: a pie o en bus - la ciudad entera en busca de una dirección para una aseguradora (2007).

Aún así, a pesar de todo no estoy resentido con los primíparos. Ellos están despuntando hasta ahora. De los 19 que entramos este semestre, hay 4 que se retiraron ya a estudiar otras cosas. Éxitos en sus vidas futuras a ellos. Quedamos 15, y 2 de transferencia: 17 estudiantes de primer semestre. En la primera semana de febrero, tendremos que volver a vernos las caras los 17, a ver quién va a estudiar qué con quién y en qué horario. Ellos tendrán que lidiar por primera vez con el sistema, con las inscripciones académicas y con los cruces de horarios. Yo, me armaré de paciencia porque eso es lo que hay.

Ah, cierto, resumen de semestre: todo bien. La calidad académica del Rosario es innegable, aunque la exigencia es menor que en la Nacional. O si es mayor, yo sinceramente no la sentí; muy seguramente, era por estar haciendo algo que me gusta. Varias materias por encima de 4.5, sólo una por debajo de 3.5. Los profesores son excelentes académicamente hablando, y algunos, como mi profesora de Ética, son bastante buenas personas. He tenido tiempo para echar cabeza, más del debido, tal vez, y siempre llego a una pregunta: ¿hubieran cambiado las cosas si hubiera estudiado Periodismo en el 2004 y no en el 2010?

Para responderme, me quedo con la frase que mi profesora de Geografía Humana, que no se caracterizó nunca por los halagos, dijo cuando le entregué cierto taller que elogió profusamente: "bueno, tal vez usted no escribiría tan bien si hubiera llegado acá de 16 años. Con esa habilidad para analizar las cosas, le va a ir muy bien en el periodismo."

Dios la oiga, profesora Bocarejo. Dios la oiga.

Adenda:


Los visitantes de este blog también pueden ver mi nuevo Tumblr. Advierto: va a haber muchas fotos de automovilismo, con algunas ideas al estilo Paulo Coelho, como dijo mi fiel amigo @Jmondrag_ cuando lo conoció. Esa es la idea.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Premios PTW 2010: El arte de ser troll

Siempre me ha llamado la atención la facilidad que mucha gente tiene para criticar. Porque criticar es algo difícil, por lo menos para mí. Tiendo a ver, en general, las cosas buenas que tienen las cosas, por malas que sean. Intento ser mesurado en mis opiniones y no dejarme llevar, y las críticas intento hacerlas en tono constructivo, que no destructivo y arrasador con todo y con todos. Tal vez eso es algo que tenga que aprender en los próximos dos meses, cuando por fin pueda leer en calma las obras de Lucas Caballero Calderón "Klim", y pueda ver cómo este maestro de la pluma y el fino humor cachaco, inspirador de algunas de las mejores caricaturas de Héctor Osuna, y de quien Daniel Samper Ospina (una de las pocas cosas a las que todavía no le puedo ver algo positivo) dice que es su maestro, era capaz de aplastar a un crítico con dos frases certeras, penetrantes, agudas y, sobre todo, cómicas.

Porque es una verdadera pelea criticar con habilidad. Y no puedo decantarme a hacer lo que hacen muchos "trolls" y pelafustanes de media petaca, en pleno timeline, cuya (des) gracia es salir insultando con las primeras tres sandeces que se les ocurran. Podría hacer como mi adlátere, el lechón Link, de responder sus ataques de forma tan rebuscada y compleja que no sepan hacerlo, pero prefiero hacerlo a MI estilo, con la llamada "diplomacia machecoriana", arte que aprendí en la caja del Bestiario2 (un saludo para ellos, gracias por leerme y gracias por preocuparse de mis problemas sicológicos, Ajax) y que consiste en atacar de frente y de costado, con términos cortos, certeros, agudos y penetrantes. Por ejemplo:

El FPC es un torneo emocionante. Y las películas de Stallone son emocionantes. Pero malísimos ambos.

Contundente. Me permite redondear en 15 palabras mis opiniones sobre el FPC: es un torneo emocionante, sí, con un final explosivo, como una película de Stallone, pero que no sirve para desarrollar nada más que  pánico a la humanidad. Y también tiene algunos ribetes sutiles: es el relleno de los domingos por la tarde, le gusta incomprensiblemente a cantidad de personas (más que nada, porque lo meten hasta por los oídos en RCN), fue de lo mejor del mundo en los 80, pero se quedó ahí...

Toda esta reflexión anterior sobre críticas y trolleadas se da sobre otra nueva iniciativa, como la que ayer comenté de los premios TWT 2010, y que de hecho está derivada indirectamente de la anterior: los Premios PTW 2010 (de ahora en adelante, PP). El PTW traduce "Peor de TWitter", lo que explica directamente la idea del concurso: sacar a los peores twitteros y las peores cosas de Twitter hoy día. O séase, la oportunidad para que un colectivo tan disímil entre sus similitudes, una turba iracunda sin líderes reales, pueda expresar una de las cosas que más fácilmente los identifica: el odio.

La mentalidad de turba de Twitter es apropiada para que los odios de uno se masifiquen. Sea porque uno encuentra que mucha gente odia lo que uno, sea porque uno se hace odiar (la señora de los ensayos, docente de la Central que, según cierta amiga que estudió en la Central, es medio loca pero no es más, es experta en eso), pero es seguro que alguien podrá asimilar sus impresiones negativas sobre algún evento o suceso. Es parte de la postura de la red social, así que nosotros podemos pensar que esto es algo previsible, incluso deseable, aunque no lo sea.

Ciertamente, en Twitter hay espacio para todo. Así como hay quien aplaude a la señora de los ensayos, así como hay quien cree que es graciosísimo decir "marica petarda", y así como hay quien cree que es la mata de la ofensa decirle a un gordo barbado de 22, que vive fuera de su casa desde los 16 "gordo barbado de 40 que vive con su mamá", pues también hay quien cree que su objetivo en la vida es hacerse el irreverente y ofensivo porque "ay, no, es que esta gente del tal Twitter es una jartera, todos niños pupis y relamiditos, no señor, acá toca es dárselas de irreverente". Y se ponen a ofender para dárselas de tales. Y fracasan rotundamente. Por eso el único dizque troll que está en los PP (y no en la categoría de peor troll) es @nikoarrieta, y más que nada, por incoherente: no se puede pretender dárselas de ofensivo y de ir contra la corriente, si a los 10 tweets pide que por favor voten por él en un concurso de MTV. Niña, mal.

Para poder joder a la gente, creo que es más importante conocerla. Muchos de los que ponen "lo peor de Twitter" en los PP lo hacen porque simplemente no conocen a la gente, y actúan por resentimiento. Es más fácil atacar al que está arriba, y eso en este país parece ser una forma de elevarse: Twitter sigue siendo una comunidad de colombianos, y como tal, está inmersa en las dinámicas del país. El hecho que haya nominaciones dobles en los PP y en los Premios TWT (@adrianitaca, por ejemplo), es diciente.

Ya por último, considero un éxito que no haya sido nominado ni en los PP ni en los TWT. El motivo es simple: por muy Jaider Villa que suene, yo no fui a Twitter a hacerme famoso. Si tengo 975 followers, es porque a la gente le interesa en algo lo que yo digo, lo que yo hago. Mis esfuerzos por salir de la olla, y alguno que otro comentario que, como dije antes, tiene la intención de ser corto, certero, agudo y penetrante. Dejaré la gracia para cuando lea a Klim.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Premios TWT 2010: Reinado de Popularidad

(N. del C. de R.: Debido a una serie de razones en la que no tiene nada que ver los posts anteriores, la Presidencia de la Floresta de Varia Estulticia ha sido reemplazada por un Consejo de Redacción. El Consejo de Redacción ha decidido lanzar un rediseño de la Floresta, para volver más atractivo el sitio. Ojalá les guste el British Racing Green.)

Siempre que se realiza alguna elección, de cualquier cosa, en cualquier medio, existe la polémica de los mecanismos hechos para elegir a los candidatos. Que fulano no sirve porque tiene un problema de corrupción, que zutano no se merece la candidatura porque le pega a la esposa, que mengana no debe representar a tal lado porque nunca ha vivido allá, etcétera. Eso es inherente al proceso de clasificación de una elección, para ver quién es la persona más apta para un puesto, cargo o concurso: no hay candidatura en la que queden todos contentos.

Los Premios Twitter Colombia 2010 (de ahora en adelante, PT) son una elección más. En teoría, los centenares de twitteros colombianos vamos a votar por los que nos parece que son los mejores usuarios de la red social, en la cual nos encontramos inmersos. Con el apoyo de Heineken, Nokia y otras empresas, se busca también hacer que los twitteros, una población que está en general en los estratos económicos más altos, y que en general tiene alguna clase de compromiso social, apoye una serie de campañas sociales para el beneficio de la población vulnerable del país. Una perspectiva loable hacer que Twitter sea más que un sitio web para quejarse de Samuel Moreno, decir que hay trancones, cuadrar rumbas y beberecuas, o armar bochinche. Y en todas estas, dárselas de gran celebridad.

Porque, a pesar que digan que no, eso es lo que más se ve en la enorme batea de masa amorfa, aunque todavía con ciertas similitudes sociales, que se ha vuelto Twitter. Un mundo en el que uno puede conseguir un reconocimiento relativo de un momento a otro, donde el pensamiento de turba (usualmente iracunda) es dominante, y donde los que tienen un número de followers elevado se sienten con la capacidad de poder moldear la opinión de su público, es un caldo de cultivo perfecto para las ansias de fama de muchas de estas personas. Y para legitimar esto, nada mejor que una ceremonia con alfombra roja, transmisión a todo el mundo por la vía del Internet, y votaciones directas y en bulto, donde supuestamente se premie a los mejores twitteros, pero en donde realmente se premia a los más populares.

Porque esa es la verdad: el esquema está diseñado para premiar a los más populares. Se supone que los PT son para los mejores usuarios, pero para escogerlos, el método es ver quién saca más votos. Y por simple lógica numérica, un Daniel Coronell, Vladdo, o Ramoncito, capaces de reunir 30000 seguidores, y con un reconocimiento popular, tienen gran posibilidad de ser nominados por la masa ignara que no conoce de Twitter más allá de lo que dicen en Caracol, El Espectador y Semana. En menor medida, un usuario con 4000 seguidores va a tener más opción de conseguir los votos que un usuario con 500, así el de 4000 sea un completo tarambana y el de 500 tenga la filosofía magistral que lo hace heredero de Kant, Aristóteles y García Márquez.

Así mismo, resulta evidente la gana de figurar de demasiada gente. La abundancia de categorías (21), algunas de las cuales seguramente serán perdidas (como la de mejor celebridad: a las "estrellas" de la "farándula" colombiana no les importa Twitter, así de sencillo), hacen pensar que la intención es premiar a la gente para que más se comprometa ahí. Y los nominados están ya, desde el lunes que se lanzaron las categorías, mendigando votos para conseguir el apoyo de la masa. Algunos, para compensar la falta de seguidores de la que hablé arriba; otros, para potenciarla.

Pero bueno, eso no es culpa de los premios, ni mucho menos de los organizadores, gente a la que estimo a pesar de tener algunas diferencias con ellos. Es parte de, como decía, la dificultad de poder trazar un mecanismo de selección adecuado. Que beneficia a los tradicionales, lo hace, pero es lo mejor que hay, y la emocracia (es decir, la lloradera por las elecciones, sus candidatos, sus mecanismos y demás situaciones relacionadas con esto) es algo que, a pesar de suceder con mucha frecuencia en Twitter, yo no comulgo con eso. En ese sentido, mi postura es el importaculismo.

Los PT no son el primer intento de categorizar a alguien como "mejor" twittero. Tampoco son la primera vez en las que las ganas de creerse populares terminan formando parte de los proyectos de la comunidad. Mientras escribo estas líneas, se lanza un evento de twitteros de Bogotá que, palabras más o menos, intenta tomar la idea de las reuniones twitteras anteriores, pero metiéndole a la nación, cobrando cover y, en fin, haciéndolo aparentar como una fiesta de lo más jai. Viendo así el asunto, los PT son una cosa loable. Aún así, hay críticas que hacerle a estos premios, y no hacerlas resulta

sábado, 13 de noviembre de 2010

Tachonazos 3: Derecho a réplica del corazón

(N. de la P: Marcela es una psicóloga lectora del blog, que sugirió que sería conveniente que mi corazón, al que le dio muy duro mi conciencia ayer, expusiera sus puntos de vista. El siguiente post es un ejercicio terapéutico para intentar quitarme la culpa que ella cree que llevo adentro. Gracias por tu sugerencia, Marcela.)

Hola, Juan Manuel. Soy tu corazón. Tal como escribiste ayer en el post pasado, soy "ese bulloso", el que a veces toma el control de ti de una forma que ni siquiera tú mismo quieres aceptarlo. Tal y como lo he tomado muchas veces. Ayer, tu conciencia te escribía sobre las razones de lo que sentías. Pero yo soy el que manejo lo que sientes. La conciencia escribía lo que yo te hice sentir.

Ayer llegaste aquí en un estado deplorable. Y casi siempre lo ha sido por ella. Lo ha sido por las veces que crees que has arruinado las cosas. Recuerdas cuando ella estuvo tan molesta contigo por sacar a la luz pública lo pasado esa noche? Yo también lo recuerdo. Recuerdas que ella, hace muy poco tiempo, te dijo, palabras más o menos, que la estabas tratando muy mal, y por eso quería alejarse de ti? Recuerda cuánto te dolió. Y eso yo no lo hice. Aunque te voy a ayudar con el por qué lo hiciste. Te voy a ayudar, porque yo te controlo más de lo que esperabas. Y porque soy el culpable de algunas de las cosas que haces.

Por ejemplo: de por qué ayer llegaste en un estado deplorable. Hice que te sintieras mal porque no quiero que te quedes detenido. Tú la amas, simplemente. Tu hermano dice "parece el amigo gay de ella"; estás tragado, y eso él no lo entiende. No tienes que pensar mucho en por qué lo haces: revisa tus momentos de felicidad. Ella es una de las primeras personas en enterarse; antes que tu hermano, antes que tu mamá, antes incluso que el lechón, quieres que ella sepa lo que te hace feliz primero. Porque eso es lo que completa tu felicidad. Recuerda el día de la entrevista en la universidad: te ofrecieron la media beca, y tú no llamaste ni al lechón ni a tu casa, sino a ella.

Porque la amas, la quieres hacer feliz siempre. A veces, como un gato con su dueño, le presentas alguna cosa de la cacería. La quieres proteger de sus males: le dices lo que tú crees que ella está haciendo mal, a tu estilo, y tal vez por eso peleas a veces con ella. Y te sientes mal, porque crees que eso la va a hacer menos feliz. Recuerda cómo empezó todo con ella, hace muchos años: necesitabas con quien desahogarte, ella confió en ti y decidió desahogarse también contigo. Y los dos quedaron unidos por esa línea de confianza, tanto que ella es de las poquísimas personas que sabe tus problemas, y tú conoces muchos de los problemas de ella. Por eso es que crees que la segunda estrofa de Layla está compuesta para ti:

You tried to give her consolation
when she let her own man down.
Like a fool, you fell in love with her,
turned your whole world upside down.

Y sí que cambiaste tu mundo de cabeza. Tanto, que a veces tú mismo, tan egoísta, pones la felicidad de ella delante de la tuya propia. Desde la primera vez, cuando se encontraron en el mismo Usaquén al que llegaste anoche, y tu recuerdo más vívido es verla radiante mientras se ponía el sol, con tu chaqueta encima de los dos por el frío. Tienes ese recuerdo tan presente, que lo pusiste en tu libro. Y recuerda esa noche en la que, como dice tu conciencia, "lo arruinaste todo" por mi culpa.

Sí fue mi culpa. Creí, y creo, que ella quería dar el siguiente paso, pero que tú no lo querías dar. Temíamos, tú y yo, que se fuera a romper la amistad. Por eso te detuve: porque quería saber cómo se sentía ella, si realmente la estabas haciendo feliz o no. Aunque no se me fueron las luces: tú estabas muy ocupado intentando asegurarte de que lo que estabas haciendo era lo correcto. No debiste hacerlo. No era cuestión de hacer lo correcto o no, sino de hacerlo. Por eso duraste tanto tiempo pensando en hacer el siguiente paso, mientras ella tal vez se confundía. Incluso, por eso, ella te preguntó si le gustabas. Pregunta que tú sabes que sobra. Porque la amas.

Y no tuviste el coraje para decirle en ese momento que estás enamorado de ella. Que en mí hay un espacio reservado al que ella tiene la llave con sólo decirte "hola, Juan". Que sueñas con ella casi todos los días. Que te molesta verla enfadada, que te enfurece verla triste, que quisieras que ella estuviera siempre feliz, que crees que contigo, ella va a ser feliz. Que tu felicidad depende de ella, en menor o mayor medida: el éxito no lo es tanto si ella no lo conoce. Que te deprimes cuando ella te ignora.

Por eso te deprimiste tanto ese día. Porque ella estaba molesta: la hiciste sentir mal. Ella quiere que la quieran, y en ese momento, ella sintió que tú no la querías. Tú creíste lo contrario después de que ella te abrazó, porque sentiste ese abrazo frío. No te culpo. Estabas obnubilado por ella, quisiste que ella se sintiera bien contigo y a tu lado. Te detuviste porque no estabas seguro. Tú y tu manía de no confiar en ti, te lo ha dicho el de Lógica, te lo ha dicho tu papá, te lo ha dicho hasta Karen. Por desconfiar en ti te detuviste, y quisiste asegurarte de que ella estaba bien a tu lado. Y eso fue lo que a ella le molestó. Seguramente pensó que tú realmente no querías nada con ella, por todo lo que demoraste en tomar la decisión, y por esa detención abrupta; fue un error, hiciste que se convenciera. Por tu desconfianza.

Recuerda su cara cruzando el puente, mientras la acompañabas a coger el taxi: hacía un increíble esfuerzo para ocultarte que estaba decepcionada. Recuerda como te respondió esa noche, cuando llegó a su casa: no quería que le hablaras. Recuerda lo que te dijo unos 15 días después: que había pasado muchas veces por el puente. Tal vez por eso es que no quiso aceptar tu invitación de Guitar Hero: porque no quiere que la decepciones de nuevo.

Yo creo que ella te quiere todavía. Si no, ya te hubiera botado al carajo hace mucho tiempo, en una de tus inexplicables pataletas. Sólo quiero pedirte que trates de ser cuerdo. Recuerda: eres su amigo, y ella te quiere como su confidente, a veces como su asesor, pero no como uno más de los morbosos que han estado, que están y que van a estar detrás suyo. Tal vez tengas tu oportunidad de nuevo, en algún tiempo; no la aceleres. Llegará con el tiempo, y si te desesperas, se alejará. Y aún si no tienes esa segunda oportunidad, asegúrate de estar siempre consciente de que la tienes, de que la quieres y de que quieres su felicidad. Hazla feliz, tal vez eso no te lleve a una segunda oportunidad, pero te hará sentir feliz a ti.

Y siempre recuerda:



Because maybe she's gonna be the one who saves you,
and after all she's your wonderwall.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Tachonazos 3: La conciencia se toma mi blog

Hola, Juan Manuel. Soy tu conciencia, y detrás está tu memoria, diciéndome lo que sucedió. Vengo para molestarte un rato y hacer que te des cuenta de las cosas. Sobre todo hoy, que tú has visto las cosas como son. Como yo te he venido diciendo, pero ese problemático del corazón se empeña en hacerte creer que no, y se confabula con mi vecino el cerebro consciente para que puedas tener ilusiones. Con ella.

Tú la viste hoy. Estaba más hermosa que nunca. Estaba más feliz que lo que la recordabas. Te alegró verla feliz, te alegró volver a verla; así de poderoso es tu corazón sobre ti. Pero allá, en el fondo de todo, yo estaba gritándote: "no te hagas ilusiones. Tú sabes que no es así. Tu tiempo pasó, y tú lo arruinaste. Lo arruinaste de la peor manera posible. No hiciste ni lo que debías, ni lo que querías". El corazón, ese bulloso, no te dejó. Te sentías feliz. Y reíste, y te olvidaste de los otros problemas que tienes. Y se te hizo la felicidad. Así duraste unas horas.

Luego, ella te aterrizó. Tú sólo querías jugar Guitar Hero con ella, tú sólo querías verla jugar Guitar Hero. Tú sólo querías hacerla feliz de alguna forma, y creíste (tu corazón, te hizo creer) que tú podrías convencerla. Tú sabes que a ella le encanta Guitar Hero, y que alguna vez te reprochó, porque ese día (el día en que lo arruinaste todo) no le dijiste que tenías Guitar Hero.  Tal vez así no lo hubieras arruinado tanto. Cosas que van a la suposición, así que no me preguntes a mí: yo reviso lo sucedido, no los supuestos. Dile a tu cerebro consciente. El mismo que te ha estado poniendo canciones en la cabeza todo el día.

London calling at the top of the dial,
and after all of that, she ain't gave you that smile...

Es así. Tú tuviste tu chance, la perdiste. Ni siquiera la sonrisa después de todo eso. El golpe de la realidad es fuerte, y yo intenté prevenirte. Ella te dijo que no. No al Guitar Hero, no te contestó la llamada todo el día. Eres uno más de los muchos. Su corazón estuvo contigo, así fuera por unos breves minutos, y ahora te das cuenta de lo que pasó. Tú la hiciste sentir despreciada. Le dijiste que se fuera porque tuviste miedo, miedo de que ella no estaba siendo feliz. Tu corazón te hizo creer que no estabas haciendo lo correcto. Y ella nunca te lo dijo, hasta que tuve que descubrírtelo. Ahora, nunca podrás saber si estabas haciendo lo correcto. Como te he dicho y no me cansaré de repetirte, tu oportunidad ya pasó.

Ahora estás aquí. Como la vez pasada, estás aquí en tu puesto de siempre. Donde recibes las noticias de todos. Donde haces tus cosas (por cierto: Geografía Humana, Ética, Propedéutica, y lo del domingo). Donde hablas con ella. Y donde la vez pasada te desquitaste. Y aquí estoy para torturarte. Ocho meses y una hora exactamente: de las 7 de la noche del 11 de marzo, a las 8 de la noche del 11 de noviembre; así es mi memoria. Y sólo tengo algo más que decirte.



Ahora tú publicarás esto. Para que tus lectores lo vean, y si a alguno le importa, te pregunte "qué le pasa, Mache?". Tal vez otro te aplauda, como tu maestro Yosoyelcarlos lo hizo en el anterior Tachonazos (así los llamas, no?). Tal vez ella te responda, te diga que lo siente, o tal vez ella te ignore, como ignoró tu propuesta. No la culpo. Tú la arruinaste. Look what you've done, you made a fool of everyone. Ve y evádete. Pon a todo escándalo Layla, Echoes, Strawberry Fields Forever, lo que sea. pero te recomiendo: no pongas Wonderwall. Te hará renovar las ilusiones. Y es lo último que necesitas, el escapismo último es creer que tienes opciones. No las tienes, y nunca las has tenido. Convéncete de eso.

lunes, 11 de octubre de 2010

La mujer de mi vida

(N. de la P.: El siguiente cuento lo realicé yo como parte de un trabajo de mi hermano, para su clase de Taller de Creatividad 1 (me queda grande suponer que en la Nacional dictan tres clases de ese nombre, para ingenieros industriales). Esto fue lo que salió. La mujer de las gafas blancas existe, estudia creo que Relaciones Internacionales en el Rosario. No sé cómo se llama, y todo el resto sí es un ejercicio de la imaginación.)





Lo primero que me llamó la atención de ella fueron sus gafas blancas. Las mismas gafas que me llevaron a ver sus ojos claros, con una mirada profunda y triste. Algo comprensible a tan temprana hora de la mañana, y en un Transmilenio repleto de gente, que viaja hacia el norte. Sólo supe en ese momento que ella era la mujer más atractiva que yo jamás había visto en mi vida.

Entró en la estación del Campín. Yo iba de pie, apretujado en el mismo viaje de siempre, 6:30 de la mañana, por la 30 para la oficina. Iba escuchando las noticias de Caracol, como siempre, pero cuando ella entró, alta y segura, empujada por la puerta cerrándose para que el bus arrancara, dejé de prestar atención a los últimos hechos del presidente Santos y el ministro Vargas Lleras. Obviamente, no podía ver qué tal era su cuerpo, pero no me importaba: su cara me atraía mucho. La nariz apenas prominente, como la de una muñeca, la boca pequeña que tarareaba alguna canción que vendría oyendo en su reproductor de música. El pelo rubio y liso, que le llegaba más o menos hasta los hombros, y le enmarcaba unas mejillas como de porcelana.

En la estación Simón Bolívar, me propuse intentar hacerle la conversación. Pero ¿cómo? Si tenía un par de audífonos, era lógico que ella no quisiera que la molestaran. Podría empezar a hablarle precisamente sobre eso, pero lo más seguro es que ella me viera con cara de “y este tipo, ¿qué?” Tal vez incluso me rechazara de forma más escandalosa. Ya se sabe: “a usted qué le pasa, fuera, policía” y eso. Y me tocaría ir con los policías. Algo que no quería, por supuesto. En esas cuentas, se me fue una parte del viaje.

Ya íbamos llegando al cruce de la Escuela Militar. Y ahí seguía yo, preguntándome sobre cómo iniciarle la conversación. Oí que le timbró el celular,  y no se quitó los audífonos: era un celular lo que estaba oyendo. ¿Estaría oyendo noticias, alguna emisora juvenil – pues parecía de universidad, y no de cualquier universidad – o tal vez música en su celular? Habló, y yo me quité los audífonos de mi propio celular para poder oír su voz. Que Darío Arizmendi siguiera hablando, pensé, eso no me interesaba en el momento. Sólo quería oírla.

El Transmilenio arrancó para cruzar el semáforo de la 24. Justo en ese momento, un camión viejo, un Ford de los años 60 (supe después) iba a toda velocidad por la carrera 24, acercándose al cruce: el conductor no pudo frenar a tiempo por las toneladas de papa que llevaba en sobrecarga (supe después), y se estrelló a casi 50 kilómetros por hora, a las 6:45 de la mañana de ese viernes, contra dos autos, antes de detenerse en el Transmilenio en el que yo iba. El camión se incrustó en las puertas delanteras, y mi niña de piel de porcelana iba recostada contra una de esas puertas. Sus gafas blancas salieron despedidas, su nariz de muñeca se dio contra uno de los tubos para sostenerse, y su cabeza sufrió varios cortes por las esquirlas de vidrio que salieron del camión (supe después).

Yo también me golpeé contra una silla en el pecho y la cabeza, pero no sufrí mayor daño aparente, más allá de un dolor de cabeza. Varios pasajeros ya habían roto los vidrios de emergencia, un par estaban llamando al 123, y otros comenzaban a intentar mover a los heridos para sacarlos del bus. Yo me uní a ellos apenas retomé la conciencia, y sorprendentemente, a mi niña de piel de porcelana nadie la había visto. Y ella estaba sangrando por su nariz rota, su mata de cabello rubio se veía oscurecida por la sangre que estaba secándose en ella. Me le acerqué y le hice la pregunta más estúpida que se me ocurrió en el momento:


   -   ¿Ya te atendieron?
  Sí, no se preocupe.
   - No, sí me preocupo, estás sangrando. Ven, sal mientras llegan las ambulancias.

Salimos por la puerta de emergencias, y la dejé en el separador de la calle. Ella se recostó contra el borde de la calle a esperar alguna ambulancia, y mientras tanto, el dolor de cabeza mío se iba haciendo más fuerte. Yo también me senté al lado, y para dejar de pensar en el dolor de cabeza, decidí hacerle conversación. Adriana, se llamaba, estaba estudiando administración de empresas en una universidad del norte. Yo dije con pena lo que hacía, pues trabajar en un call center no parece una opción muy válida si quieres levantarte a una estudiante de universidad privada. Pero ella me dijo que también lo había hecho durante unos meses, hasta que pudo conseguir una beca; y me sonrió.

Yo intenté sonreírle también, pero el dolor de cabeza se volvió insoportable. Así que me recosté, aunque seguía pendiente de ella, que me parecía cada vez más pálida. Ya había llegado la Policía a hacer la investigación del caso, ya habían llegado algunas ambulancias. Y un paramédico nos vio a los dos, en el separador de la Calle 80 con 24, recostados, ella, con el cabello ensangrentado y el tabique roto, y yo, con una ligera hemorragia nasal, algo de dificultad para respirar, y un dolor de cabeza que iba cediendo.

Nos llevaron a los dos en la misma ambulancia, con destino a una clínica cercana. En el camino, sentí que no podía respirar, pero el dolor de cabeza seguía bajando, y una repentina sensación de liviandad se apoderó de mí. Supuse que eran anestésicos que me estaban aplicando, pero el paramédico comenzó a gritar por radioteléfono que necesitaban, apenas llegáramos al hospital, un equipo de reanimación y una máscara de oxígeno. Y no me preocupé, el alivio se estaba haciendo completo y me sentía flotando en el espacio.

Nunca llegué a la sala de urgencias. Adriana sí lo hizo, y en este momento está en cirugía plástica para corregirle el tabique nasal roto. Yo no sé dónde estoy, aunque sí sé qué me pasó: sufrí una serie de hemorragias internas (cuya única muestra externa fue la hemorragia nasal) que impedían que me pasara suficiente sangre al cerebro. Básicamente, me asfixié con mi propia sangre. No sé dónde estoy ahora, pero sí sé que Adriana no está conmigo. Y tal vez, cuando llegue, ya no me acuerde de ella; ella era la mujer de mi vida. Ahora busco la mujer de mi muerte.

domingo, 10 de octubre de 2010

Conformismo a la Colombiana

(Este artículo originalmente surgió como un trabajo para la asignatura Propedéutica de Textos, que era sobre una columna de opinión. La versión original está disponible aquí. La versión de este lado es la ampliada, y en la que no hay que cumplir ciertos preceptos cerrados. Es decir, la mía.)

El 6 de octubre estuve presente en una entrevista que Nicolás Samper, director de la revista Fútbol Total, le realizó a Carlos “El Pibe” Valderrama, uno de los emblemas históricos del fútbol colombiano. El motivo de la entrevista era presentar un campeonato de fútbol aficionado, patrocinado por Samsung, el cual le va a dar como premio a un jugador juvenil la oportunidad de probarse con el Chelsea.

Una de las preguntas que le realizó Samper al Pibe fue la siguiente: ¿cómo convencer a un joven de 16 años de seguir adelante después de haber probado en el Chelsea? Esto insinuaba el riesgo latente de que un jugador, al probar en un club de la Premier League que ha llegado a la final de la Liga de Campeones de la UEFA y que ha contado con jugadores que se encuentran entre los más rutilantes de la actualidad del fútbol mundial, consideraba que ya no tenía que hacer más. Un chino de Tumaco, Buenaventura o Ayapel podría considerar que llegó ya a la cima del mundo y no importaría nada más, ya le puede contar a los hijos que estuvo en pruebas en el Chelsea.

Es lamentable ver que esto es algo muy común para los colombianos, y no sólo respecto al fútbol.  Es muy común: la gente en este país tiene la tendencia a ser muy mediocre. Pero MUY mediocre. Acá, es cosa de todos los días ver cómo las personas tienden a conformarse con pendejadas como el bachillerato, un contrato por 6 meses o un apartamento en el Tunal. Un jugador de fútbol toca el cielo cuando llega al Cartagena. Y esta mediocridad se ve en nuestros resultados: celebramos un quinto puesto, una eliminación en cuartos de final. Nos sentimos dichosos de la pelota cuando conseguimos cualquiera cosa, y si no la conseguimos "lástima, mijo, pero eso no era para usted; mínimo el otro tiene rosca; Dios cierra una puerta pero abre una ventana".

Las frases de la gente que no se preocupa por el futuro también son símbolos muy poderosos. Escuchar a alguien decir en Transmilenio “no, no me gusta el trabajo pero es eso o quedarme en la casa”... tener que aguantar cuatro años de la peor alcaldía del país porque “todos son iguales”… incluso, tener que ver cómo la Selección Colombia no puede superar al Bolillo Gómez porque “él sí nos clasificó al Mundial”… como si el Pibe, el Tino, Rincón, Iguarán, de Ávila, Higuita, Córdoba y Mondragón hubieran sido unos pintados en la pared.

Ojalá este país pudiera potenciar su propia impresión y darse cuenta de sus potenciales. Acá decimos “tenemos las playas más lindas, el mejor café, la mayor cantidad de aves”. ¿Y la gente? “Ah, es que Colombia es pasión”. ¿Y eso sirve para avanzar para algún lado? Acá se celebra que tenemos a García Márquez, Botero, Juanes, Montoya y el Pibe. Y se dice que los colombianos somos “unos verracos”, pero porque nos aguantamos todo, y siempre conseguimos lo de sostenernos en donde sea. Los colombianos no nos quedamos varados en ningún lado, pero tampoco nos matamos para arreglar las cosas: con el simple desvare nos conformamos. El espíritu de empresa de los paisas, tan famoso, parece que se acaba al entrar a inmigración en El Dorado o en Rionegro, sin contar los genios de los carteles, pero eso es otra cosa. 


El mismo Pibe Valderrama, respondiendo la pregunta que le hizo Nicolás Samper, explicaba su éxito como una búsqueda para poder llegar a un objetivo mayor. Y después hablaba con legítimo dolor sobre su única frustración: no haber podido ganar el Mundial. Con 11 jugadores con la mentalidad del Pibe, hubiéramos podido ganar en el 94. Con 45 millones de personas que sean capaces de seguir pensando adelante, Colombia sería un país desarrollado. Mientras tanto, quejémonos del modo en que Bogotá está de vuelta mierda por Samuel, pero "da igual, quien suba va a subir a robar".

lunes, 23 de agosto de 2010

Oda al "amigo gay"

No, no me refiero al amigo de uno que por cuestiones de la vida resulta siendo homosexual. Ni mucho menos al gay que termina haciéndose amigo de uno para intentar caerle a uno porque, sospecha el, a uno, como cantaría Diomedes, "se le moja la canoa, pobre hombre, cuando se emborracha".

Me refiero a la posición de amigo de una vieja sin interés en ella. Es decir, al amigo que no le está cayendo, y que por ende, otros hombres lo definen como gay. Esa es la posición más mentirosa del mundo, por supuesto: el 95% de los amigos gays, o son de verdad homosexuales, o son tipos que esconden que escurren la baba por la vieja, o son amigos de una vieja demostrablemente fuera de los gustos de uno (la popular amiga fea, que todos los hombres tenemos para que nos ayuden a entender a las mujeres, porque comprenderlas, ni ellas mismas pueden). Del 95% hice (y también hago) parte yo. Y del 5% restante hago parte yo. Voy a hacer este artículo como una loa a los dos lados, porque en los dos lados conozco.

Porque uno como amigo gay, tiene un privilegio inmesurable: las conoce. Y si las conoce, puede entenderlas (usualmente, con la amiga fea como intérprete). Y ese conocimiento, ese entendimiento que uno tiene a ellas, puede ayudar en el objetivo del 95% de los "amigos gays": levantarse a la amiga. Pero por supuesto: uno va conociendo qué les gusta a ellas para una cita, cómo quieren que las traten, qué tipo de persona quieren... y así uno va moldeándose e intentando mostrarse como lo que ellas quieren. Ya después uno tiene tiempo de ser el mismo barbachán, guache y farabute (disculparán la mezcla de chibcha con lunfardo) que se empeñó en esconder durante semanas, meses o hasta años.

Esto implica otra cosa: nosotros potenciamos nuestras capacidades actorales, que después para levantar, cuando de verdad queremos levantar, nos sirve. Así como pudimos ceder a los deseos de nuestra amiga, podemos aparentar ser personas a la medida para maximizar nuestro éxito. Y también nos sirve para desarrollar persistencia, tenacidad y esas cosas que tanto invoca Jorge Duque Linares como la clave del éxito; porque la confianza no le da a la pelada a las semanas, sino es cuestión, muchas veces, de un par de años. Terquedad ante todo. Ciertamente, es un proceso arriesgado y lento, pero funciona.

Porque esa es la ventaja: muchas veces, funciona. A veces, no es para levantar, pero muchísimas veces, sí termina llevándola a la cama, que al final de cuentas, es el objetivo para muchos de nosotros. Una amiga (no, no estoy aplicando esos casos con ella: sí me la querría comer, que no levantar y hasta lo he dicho de frente. Otra cosa es que sé que no puedo) me decía que, en muchas ocasiones, las mujeres se olvidan que al frente, ese tipo que les dio consuelo durante sus cruces con barbachanes, gañanes y pelafustanes; ese tipo que podían decirle "dime cuál blusa me queda mejor" mientras se empelotan y visten al frente de él; en fin, ese "amigo gay", o como ella los definió, "amigo capado", es un hombre.

Y cuando lo creen a uno un pendejo paño de lágrimas, por la vigésima pelea con el novio de turno, ceden. Y empieza la descripción de National Geographic tan mal imitada por Andrés López, sobre cómo el venado, vulnerable al tener lastimado su ego, cede por el deseo de sentirse amada, tal vez; o de saturar su depresión con estrógenos, de pronto. Y ha ganado el hombre, se ha comido a la vieja que quería.

Por supuesto, las cosas pueden fallar. Puede que la vieja descubra que uno es un pobre diablo antes de lo conveniente. O que las cosas fallen y uno no se la levante, sino que después (e incluso antes) de comérsela, tenga que poner pies en polvorosa, porque las cosas no se dan con ella; los escrúpulos, las recriminaciones, el "no eres tú, soy yo". Eso. Pero no nos estamos enfocando en esos detalles nimios: nos enfocamos en que así nos podemos comer a las viejas que queremos comernos, si tenemos la persistencia suficiente para lograrlo. Porque la mayor falla somos nosotros mismos, compañeros lectores: nosotros y nuestra gana de la inmediatez. Y por eso saludo a todos los "amigos gays" del mundo, porque nosotros somos unos berracos, y esa berraquera nos va a llevar adelante. Salud, buen polvo y buen amar!

martes, 3 de agosto de 2010

Abuso en amarillo

Mañana lluviosa sobre Bogotá. Cientos de personas se arremolinan en los paraderos, debajo de los puentes peatonales, en casetas, o en los aleros de los edificios, todos buscando cómo llegar a sus destinos temprano. Algunos levantan la mano a los buses repletos, pero esos no nos importan hoy; otros buscan desesperadamente coger un taxi, así que cuando un amarillo cruza desocupado, varios brazos se extienden para intentar detenerlos.

- A dónde?

Ese es un aviso terrible. Alguien dice "a la Virgilio Barco". No le sirve al taxista. Otro: "a Salitre Plaza". Tampoco. Otro más: "a Puente Aranda". Ese sí le sirve, súbase. Los otros deben esperar bajo la lluvia y el frío, al próximo taxi desocupado que llegue y los recoja.

Uno de los problemas más graves del transporte público en Bogotá, es que es casi autónomo en sus reglas. Así como los buses pueden llevar el sobrecupo que quieran (siempre y cuando no haya el racimo en las puertas), parar donde se les dé la gana e ir a la velocidad que se les dé la gana; así como Transmilenio puede cambiar rutas, frecuencias y paradas sin previo aviso (y muchas veces sobre la marcha: yo demoré ayer 15 minutos en esperar un G5 que pasara por la estación Escuela Militar); así mismo, los taxistas ponen condiciones que uno, como pasajero, debe aceptar so pena de que no se brinde un servicio. Un ejemplo, muy bien expuesto por Omar Gamboa en su excelente post de denuncia de hoy, Yo Denuncio (recomendado el blog, por cierto), de muchísimos conductores cuyo oficio es servir de alimentadores en Cedritos, Mazurén, Niza y sectores cercanos, a la gente que se dirige a Transmilenio. Algo que per se no es ilegal, pero sí tiene restricciones, como veremos a continuación.

Puede haber muchos motivos para que un taxista se niegue a prestar el servicio. Hay quienes se niegan a prestar servicios a ciertos barrios, sobre todo en la tarde, porque "tengo que entregar el carro en el Galán, no puedo ir hasta Suba". Vaya y venga, eso es entendible: el modo de explotación de muchos taxis es darle a varios taxistas el manejo del vehículo por turnos, y un taxista que tenga que recorrer media hora después de su turno, le quita el trabajo a un compañero y el retorno se vuelve largo y muerto. Así mismo, muchos otros se niegan a ir a zonas peligrosas de noche, por preocupaciones de seguridad; esto suele suceder, sobre todo, cuando se toma un taxi en la calle cerca a sitios de rumba, por la hora y la inherente posibilidad de recoger gente con destinos inciertos. Y también está la chance de que a uno no lo lleven a un barrio remoto porque simplemente no conocen el sector de destino.

Pero ahí viene el hecho del abuso. Hay conductores que no lo llevan a uno con motivos ilógicos. Por ejemplo, una muy común: "no, al centro no, después cómo salgo de ahí". Otra no tan común: "por allá no porque de allá no salen carreras" (me la dijeron un día refiriéndose a un servicio hacia Fontibón, que debí tomar porque no conocía el punto al que debía llegar). Y están también los taxistas que se creen buseta, como los alimentadores en Cedritos a los que Omar se refiere en su post.

El tema es el siguiente: se supone que un taxi es un vehículo de transporte público (en otros lados lo definen como "de alquiler") que lo conduce a un punto determinado por el pasajero a cambio de una tarifa dependiente de, entre otras cosas, la distancia y el tráfico, y con recargos de acuerdo a situaciones relativas al transporte (por ejemplo: la hora, si el destino es un aeropuerto, o si es un servicio solicitado por teléfono). Es decir, la excusa de que "eso queda muy lejos" o "me demoro mucho" no puede ser utilizada: se supone que uno paga más precisamente para lidiar con esos detalles. Así mismo, el destino es determinado por el pasajero: en teoría, el taxi debe ir al punto que le diga quien lo toma, porque para eso uno paga la carrera. Y el servicio por rutas lo dan los buses.

Así mismo, el servicio debe ir por el valor exacto que marca el taxímetro y no más. La tarjeta de operación del taxi (la hoja donde va el nombre y foto del taxista, la placa del taxi y el comprobante de revisión de la empresa) tiene impresa en la parte de abajo, el valor de la carrera de acuerdo al número de unidades marcadas por el taxímetro, y esto debe ser mostrado públicamente. Aunque si prefiere hacer la cuenta usted, es simple: multiplique el número de unidades por $64 que vale cada unidad (recuerde, la carrera mínima son 50 unidades, es decir, $3200; el banderazo son 25 unidades; tanto el recargo nocturno como el de servicio telefónico son 15 unidades adicionales a lo que marque el taxímetro). Así mismo, cada unidad son 100 metros o 30 segundos detenido; esté pendiente del taxímetro, pues algunos taxistas inescrupulosos ponen botones ocultos en el radio, la caja de cambios o el manubrio, y añaden unidades o aceleran el taxímetro sin que el cliente se dé cuenta.

Cualquier caso en el que uno perciba un abuso, puede ser denunciado ante la Secretaría de Movilidad, al número 3649400, o en la línea 195.

No es más. Y lo de costumbre: tenga cuidado con el taxi que toma. Y buen viaje.

lunes, 26 de julio de 2010

La crema sin nata

Casi toda la leche del mundo tiene dos procesos que la habilitan para venta: pasteurización y homogeneización. El proceso de homogeneización sirve para que la grasa de la leche se descomponga, y se formen glóbulos más y más pequeños que no puedan subir con tanta facilidad (es decir, que no se forme nata en la leche cuando se deja en reposo). Resultado: la leche entera en bolsa mantiene la crema que la compone, pero no forma (tanta) nata. Algo agradable cuando uno se la va a tomar o va a preparar café, pero no tanto para armar postres. Y a mi gusto, los postres son mejores que el café.

Pero usted, amigo lector, se preguntará qué carajos tiene que ver la nata de la leche y por qué le dedico una entrada a eso. Pues bien, esta figura de la nata fue usada por Richard Nixon en su libro "Leaders", para referirse a cómo, de la misma forma en que la nata no sube a la superficie homogeneizada, no se destacaban los políticos más brillantes entre las generaciones de congresos por televisión. Eso mismo voy a usarlo yo, para referirme a Twitter.

El núcleo de usuarios de Twitter, más o menos hasta inicios de este año, fue muy restringido, y se puede dividir en tres tipos básicos globales: gente muy metida en los cuentos de sistemas y que tiene todos los servicios habidos y por haber (y los usa), a quienes llamaremos "geeks"; gente muy metida en blogs y demás servicios de comunicación y divulgación por Internet, a quienes llamaremos "bloggers" (me incluyo en este rubro), y gente muy metida en los cuentos de medios, innovación en prensa y etcétera, a quienes llamaremos de forma un tanto burda "comunicadores". A grosso modo, estos tres eran los tipos de twitteros hasta enero del 2010, acá en Colombia.


A pesar de la gente que ha ido llegando cada vez en mayor medida a Twitter, todavía se puede decir que la gente sigue acomodándose en uno de estos grupos. Y por ende, hay muy poco espacio para la independencia. Miramos feo al que llega haciendo o diciendo cosas raras. Nos contradecimos a nosotros mismos en el proceso. Y tratamos de opacar a quien opina distinto, hundiéndolo en un mar de insultos y trolleadas.

Un par de ejemplos simples: a pesar que muchos nos la dimos de "abiertos" durante las elecciones, todos caímos, en un punto dado, en la monta a otro por sus opiniones políticas opuestas a las nuestras. Así mismo, gritamos a todos los vientos que no queremos que nos jodan por nuestras opiniones, pero somos descaradamente polémicos. Y nos creemos genios, queremos RTs continuos y miles de followers; pero nuestros tweets (los míos, sobre todo) son una birria.

Por ambos lados perdemos. La originalidad se pierde entre usuarios, porque cuando encontramos a alguien que opina diferente, lo intentamos opacar. Se supone que Twitter debería ser espacio para la discusión de ideas, pero cuando la opinión de alguien no nos gusta, paf, unfollow y ya. Y así, nos perdemos comentarios valiosos en otro sentido. Henry Kaiser, cuyas empresas hicieron, entre otras cosas, la represa Hoover, los Jeep originales y los buques Liberty de la Segunda Guerra Mundial, decía, respecto a un subordinado suyo: "este hombre lleva 50 años contradiciendo todas mis decisiones; es el empleado más valioso de mi compañía". Nosotros no aceptamos la opción de poder estar equivocados: somos nosotros, estamos bien. Y punto. No siempre la sabiduría popular es correcta: piense usted, amigo lector, en los millones de personas que votaron por cientos de corruptos al Congreso.

Así mismo, nuestros tweets a veces tienen buenas ideas. Pero las dejamos perder por el afán de escribir siempre genialidades. E intentamos homogeneizar todo, con mayor frecuencia, subiendo de nivel tweets pendejos, y volviéndonos sobreactuados. Un unfollow es un drama, un malentendido con otro twittero se vuelve una guerra, un atardecer de los que, afortunadamente, abundan en Bogotá, es un espectáculo increíble. Así, cuando de verdad queremos decir algo, la gente lo minimiza. "Otra pendejada de este güevón", y perdimos la idea en general.

Nuestras grandes ideas son la nata de la vida. Si se separan y se cocinan, pueden hacer grandes cosas, como un delicioso postre de natas o una mantecada. Además, otras personas realmente destacadas pueden subir y hacer parte de un postre aún mejor. Pero si tendemos a homogeneizar nuestros pensamientos y nuestro entorno, nuestra vida será homogénea. Rutinaria, si se quiere. Y nuestras ideas, a duras penas, podrán igualarse a la leche pasteurizada: no nos enfermaremos, tal vez, pero posiblemente, no podamos hacer nada mejor que café con ellas.

Yo mientras tanto, sigo haciendo birrias de tweets.

miércoles, 7 de julio de 2010

Comentario con ideas opuestas a la corrección política excesiva de una persona con éxito pendiente

(es decir: la queja de un fracasado -yo- contra la hipercorrección política)

Hubo una época en que a los negros se los trataba distinto en el mundo, por ser negros. Hubo una época en que los obreros eran "motivados" a punta de grito herido de sus capataces, sobrestantes o supervisores. Hubo una época en que la gente podía ser prejuiciosa sin que nadie dijera nada, y despreciaba a un retrasado mental, un pobre o un tipo mamón. Eso se acabó en los años 50 y 60, con la lucha por los derechos civiles y el fin de la discriminación de los negros estadounidenses, liderada por hombres como Martin Luther King, Malcolm X, Jesse Jackson y Rosa Parks.

Uno de los objetivos que consiguió la lucha de los derechos civiles fue el "respeto" a los negros. De hecho, el término "nigger", negro, es ahora considerado de mal gusto entre todo el mundo en los Estados Unidos... excepto entre los mismos negros. Maya Angelou o Michael Jordan lo pueden decir con orgullo, pero si, por decir algo, a Jeff Gordon o Larry King se les resbala la palabreja, el mundo se les viene encima, por irrespeto a los afroamericanos. Así mismo, por este lado se comenzó a dar cuenta la gente de cómo el respeto tenía que ser difundido entre todos y que los defectos de alguien no debían ser un indicativo de ellos. Pero por supuesto, esto ha llegado demasiado lejos.

Tomemos el siguiente caso. En los 50, a las personas cuya mente no funcionaba bien (autistas, retrasados mentales, y similares) se les decía "lentos". Luego, la gente dijo que era de mal gusto decir eso, porque un "lento" no lo es por gusto, sino por enfermedad. Entonces se les decía "retardados". Después de eso, se determinó que el término "retardado" no aplica tampoco, porque no es que el conocimiento les llega tarde. Entonces, se les puso que no, que debe ser "deficiente mental". Pero tampoco: eso es definir a la persona por su deficiencia mental. Casi inmediatamente, se le cambió a "persona con deficiencia mental". Y ahora resulta que no: eso es pordebajear la mente de aquella persona. Entonces vamos en que es "persona con requerimientos mentales especiales". Sólo que, según el Diccionario de la Real Academia:


especial.
(Del lat. speciālis).
1. adj. Singular o particular, que se diferencia de lo común o general.
2. adj. Muy adecuado o propio para algún efecto.
3. adj. Que está destinado a un fin concreto y esporádico. Tren, reunión especial.
4. adj. Dicho de un programa radiofónico o de una emisión televisiva: Que se dedica monográficamente a un asunto determinado. U. t. c. s. m.
 Es decir, se neutralizó el lenguaje. Siguiendo la idea de evitar demeritar a la persona o el grupo de personas con dicho defecto, se desdibuja completamente la idea del defecto: un desprevenido, puede fácilmente confundir la "mente especial", ya sea por la primera acepción (es decir, cree que la mente es especial por brillante, no por defectuosa) o con otras acepciones (que es una mente especializada en algo). Y esto es más común de lo que se cree.

Está el ejemplo socorrido de usar para todo el "amigos y amigas", "ingenieros e ingenieras", "modistos y modistas", en vez de recurrir al "amigos" como la lengua permite. También el de evitar referirse a los pueblos negros como "negros", sino con términos como afrocolombianos (una mentira: los "afrocolombianos" tienen muy poco de africanos, pues sus ancestros están hace 200 o 300 años en América...), gente de color (y es que el resto no tiene color?) y similares. Y por supuesto, esa tendencia de desdibujar los defectos que sufre la gente para evitar molestar a alguien. No se pueden decir las cosas en forma negativa, porque eso es restringir lo sucedido, y además crea estereotipos. Eso es lo que denominan "lenguaje incluyente", y que también se llama corrección política.

El lenguaje incluyente, a mi parecer, ya está yendo demasiado lejos. Hay cosas que no se pueden esconder, y que esconderlas pueden generar más daño que bien para la gente. Y muchas veces se trata de dar un enredo mayor, mayor y mayor, de detenernos en términos en vez de ideas de fondo: ese es el verdadero problema con la corrección política. Supóngase que alguien con algo de poder (que en este país, suele ser blanco de nacimiento o de los kilos que envía al extranjero) dice: "los negros del Chocó tienen serios problemas de malnutrición". Es una realidad fehaciente: los habitantes del Chocó, en su gran mayoría negros, sufren en general de hambre, producto de las pésimas condiciones económicas que azotan a los chocoanos. Pero un comentarista se enfoca en decir que "por qué dijo negros! Es que eso es racismo de parte de don Fulano!". Y se arma el problema con don Fulano, que no tuvo la sensibilidad suficiente para decir "los afrocolombianos del Chocó sufren de hambre". Y se olvida el hambre de la gente del Chocó, porque uno dice "negro". Así se han perdido denuncias enteras, en discusiones vanas sobre los términos usados.

Todo esto redunda en una forma de escabullirse de los problemas, algo en lo que nosotros somos expertos titulados. En años pretéritos, eso se lograba hablando como los dioses, para enredar a la gente; y este tipo qué dijo?, se preguntaba uno al encontrar una erudita transcripción de un discurso, llena de latinajos, arcaísmos, expresiones poéticas y sinónimos traídos de los cabellos, que confundirían al mismo Góngora. Hoy, se hace pasar la discusión por un tamiz que la alarga en exceso y la difumina: entonces, uno debe ser muy cuidadoso a la hora de hablar de los problemas de los afrodescendientes que cuentan con dificultades para su alimentación en el Chocó. Y el estereotipo, ahí.

Ese límite entre la inclusión y la hipercorrección es muy, muy, muy fino y delicado, muchas veces borroso, pero he determinado una forma más o menos sencilla de trazarlo: si se necesitan más de dos palabras para reemplazar una idea de una palabra (por ejemplo: "persona con dificultades de movilidad" en vez de "persona discapacitada" o "discapacitado"), es probable que sea hipercorrecto. Una de las características del lenguaje es que uno puede hacerlo concreto, conciso, preciso y elegante al tiempo; no se necesita abandonarse en frases tan floridas como tediosas para expresar una idea con elegancia, así como puede explayarse en expresiones para resultar siendo un patán dándoselas de culto; de hecho, pasando a sobreactuado y afectado.

Esta es una polémica en la que la forma no puede ganarle al fondo, y esa es la base de todo. Cuando la forma le gana al fondo, la discusión se pierde. Lo decía Ignacio Escobar, el personaje de Sin Remedio de Antonio Caballero, en uno de sus poemas: "Palabras: en vez de la luz, el río de la forma". Es cierto que la pulcritud en el lenguaje ilumina la idea representada, pero el exceso de pulcritud, en vez de ayudar, termina encegueciendo al representado.

Y eso es todo, o mejor dicho... nada.

lunes, 5 de julio de 2010

Aparentemente...

Porque el complemento de hablar como los dioses es ser legal...
R.H. Moreno Durán. Los felinos del canciller.

Los 4 de julio, todos los estadounidenses celebran una reunión realizada en Filadelfia en 1776. Ese día, representantes de 13 pequeñas colonias en la costa oriental de América del Norte, en ese momento en guerra contra la corona británica en cabeza de Jorge III, declararon que combatirían a los ingleses como estados de una república unida, democrática y en la cual hubiera espacio para todos. Hoy, 234 años después, Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, uno de los más desarrollados... y uno de los más injustos. En Estados Unidos, todo es desmesurado: los carros son enormes y consumen demasiada gasolina, las ciudades son extensísimas moles de casas de suburbios, los ricos son billonarios (en dólares) y los pobres son míseros (aunque ganen en dólares), y la "independencia" de los hijos es tal que a los 19 años ya no viven con sus padres.


19 años. Esa es la edad de nuestra constitución actual, firmada el 4 de julio de 1991. La anterior duró, nominalmente, 105 años, pero también fue tachada, retachada, reformada y enmendada para intentar convertir una "democracia" de ricos poetas y terratenientes en una "democracia" donde millones de campesinos y obreros votaran por quien dijeran los patrones (de la empresa o del cartel, no importa. Patrón es patrón).

Usted preguntará qué tiene que ver este inicio. O qué relación tiene que hoy, 4 de julio (escribo esto el 4/07/2010 a las 23:15 UTC -5), cumpla años nuestra constitución y los Estados Unidos. O por qué escribo de esto.Pues bien, este post es más que nada un pensamiento político. Y un pensamiento basado en las instituciones. Algo que este país ha olvidado por completo, en su búsqueda del caudillismo.

Es cierto que Colombia es un país con un historial democrático envidiable, en teoría. Mientras a nuestro alrededor se dieron las dictaduras de prohombres como Stroessner, Perón, Videla, Pinochet, Getulio Vargas, Garrastazu Médici, Noriega o el PRI, el solio de Bolívar contó únicamente con un dictador, llamado Gustavo Rojas Pinilla; que fue, curiosamente, uno de los mejores presidentes que haya visto Suramérica: progresista, invirtió en educación, infraestructura, pacificó a los Llanos y acabó con la violencia partidista. Desde 1957, no ha habido un golpe de estado en Colombia. Y nuestra "democracia" funciona a las mil maravillas, aparentemente.

Esta palabra es clave: "aparentemente". Porque nosotros los colombianos somos expertos en eso de aparentar cosas, y sobre todo, en hacer que todo funcione aparentemente bien. La economía va "aparentemente" bien, porque el PIB crece y entra plata del exterior. Se está ganando "aparentemente" la guerra, porque cada día se dan de baja dos guerrilleros, desertan tres, se rescata un secuestrado. Además, uno está "aparentemente" más seguro: vea todos estos retenes en carretera! Y lo mismo, uno "aparentemente" está una maravilla en los negocios, porque remodeló la casa y compró carro. Y claro, la política está "aparentemente" inmejorable para Santos: va a contar como con 70 senadores y 150 representantes que "aparentemente" lo apoyan.

Pero por supuesto, las apariencias engañan. En Estados Unidos, la gente es respetuosa de la ley. La Constitución de Estados Unidos, firmada en 1789, ha tenido 26 reformas en 220 años; 10 de ellas están aprobadas desde, prácticamente, los inicios, en la llamada "ley de derechos". Acá, en 19 años se ha reemplazado de todo en la constitución, que "aparentemente" es sólida. Acá la constitución no se respeta, y las instituciones, tampoco. Y la democracia, menos.

Esa es otra cosa. En apariencia, la democracia colombiana ofrece una amplia serie de opciones, desde la izquierda "extrema" del Polo, hasta los godos. Va uno a ver, y no hay tal: la U, los conservadores, Cambio Radical y el PIN son la misma cosa. Los liberales oscilan de lado a lado. El Polo, que hace 9 años eran por lo menos 5 partidos, todavía está partido entre "comunistas" (Robledo, Gaviria), "moderados" (Petro) y Samuel Moreno. Los verdes aparecieron, como la tierra que en teoría deberían defender, de la nada, creados por un Dios barbado (no Mockus: Jorge Londoño). Y aún así, todos piensan igual: primero en el bolsillo. Y las diferencias son casi nulas, en muchos sentidos: la veleta política oscila, excepto casos de broncas personales, hacia donde más plata llegue. En Estados Unidos pasa algo similar, pero con la diferencia que allá sí hay un control adecuado. Allá el lobby es una actitud controlada, regulada y conocida: acá, es un escándalo que las empresas digan que gasten dinero en apoyo político. Pero lo hacen.

En parte, eso de las apariencias es lo que tiene jodido al país: la gente, por tratar de quedar limpia, es capaz de hacer de todo. Pero no importa: "vea, todo está en orden". Y sí, todo está legalmente bien: candidatos limpios, contribuciones prístinas, elecciones que se desarrollan normalmente. Pero debajo de cuerda (y a veces hasta encima), está la trampa puesta. Y el político se defiende: "todo está en orden". Como decía el viejo adagio, tan viejo que aplicaba en el virreinato, el colombiano acata pero no cumple. Y en política es boyante. Y si algo sale mal, la prensa grita y se rasga las vestiduras, todos menean la cabeza y dicen que no volverá a pasar, los jueces salen prometiendo exhaustivas investigaciones. Aparentemente sí, ha acabado todo. Y realmente... también, porque no pasa nada, todos se cuidan un rato, y todo vuelve a la normalidad. Cuando (y si) hay una respuesta de la justicia, el público ya no se acuerda y la prensa lo pone por allá en la página 10, o antes de comerciales.

Acabar con ese problema de apariencias es casi imposible, puesto que nosotros los colombianos somos expertos en aparentar. Así pues, no cabía esperar más que políticos que aparentan hacer las cosas bien: si uno aparenta estar cumpliendo con todo mientras los impuestos están ahí, venciéndose, es fácil suponer por qué nuestros dirigentes aparentan seguir las normas al pie de la letra mientras las acomodan a su antojo. Nosotros también lo hacemos. Y cuando nos pescan, nos hacemos los dolidos, sí, qué pena, no vuelve a pasar, una semana y volvemos a las andadas. El país tiene al gobierno que se merece, y aparentemente, también.

Así pues, este país está en la olla, aunque aparentemente vayamos bien. Pero por supuesto, eso no es un problema únicamente de política. Es un problema más bien social, con un componente de política. Pero la sociedad lo demuestra. Aunque eso da para otro post, así que este se termina, aparentemente, aquí...

viernes, 2 de julio de 2010

Tachonazos 2

Otra vez héme aquí, frente a un computador. Otra vez con la pluma quieta, porque no sé de qué escribir. Otra vez frustrado con todo y con todos. Otra vez con 12 borradores, esta vez, de un post que siempre he querido escribir. Una descripción de mí mismo. Pero nunca he podido. Otra vez la pluma se secó por tachones, otra vez el teclado quedó estático. Otra vez.


Esta vez, al contrario de la anterior, estoy en Boyacá. Estar en Boyacá, para mí, quiere decir estar rodeado de la familia. Pero, mientras muchos otros quieren estar con sus padres continuamente, yo no me aguanto Duitama ya. No me aguanto mi mamá encima, peleando a los gritos porque la loza no está lavada, y armando un espectáculo de esos. No me aguanto a mi papá que, en tono sereno y pausado, se dedica a decirme "perdedor", "fracasado", "desastre", y a recordarme que mis compañeros de colegio (él les dice amigos: yo no tenía amigos en el colegio. Dos o tres que tuve, se perdieron en la bruma del tiempo) ya se están graduando de la universidad, mientras que yo ni siquiera he iniciado.

No me aguanto a mi hermana, que presume de tener un laptop que, como mi mamá me dijo ayer, "es de ella porque se lo compré con la plata que le dieron en los 15"; y que puede usar todo el tiempo. No me aguanto a mi hermano, que usurpó un PlayStation 2 que los dos compramos, simplemente porque ya no me importa jugar en él. Tampoco me aguanto a mí mismo, un fracasado, cobarde, pendejo, idiota, perdedor, estúpido, sinvergüenza, que no es capaz de ver nada bueno a la casa donde vivió de los 6 a los 16 años. Nada. Aquí el comedor, es donde tuve que pasar cuadernos, no donde se celebraban los cumpleaños. Allá la sala no es donde se rezaban las novenas de aguinaldos, sino donde se recibía la ritual vaciada de todas las entregas de informes. Mi habitación sólo fue mi espacio hasta que tuve 14 años, y aún así, todavía me toca aguantarme a mi papá a las 10 de la noche, diciendo "a dormir!"; porque él está acostumbrado, después de 20 años trabajando en Tunja, a despertarse a las 5 am. Yo, no.

Y tal vez eso sea lo que me haga falta. Disciplina, para poder despertarme a las 5 am. Disciplina, para terminar el libro que tiene 51 páginas, luego de 4 meses de tener 50, y de 9 de tener 46 páginas. Disciplina para poder soltar este aparato a las 12, o a la 1, y no a las 2 como ha sido tradición. Disciplina, que es la que está funcionando de a pocos, para dejar de hablarle a quien expresamente lo pidiera así.

Pero bueh. Volvamos a la cosa. Mi papá dice que me gusta Bogotá porque allá no soy nadie. Es posible. Acá tampoco soy nadie, pero para mi mamá, que como docente de colegio de ciudad pequeña, conoce muchísima gente, yo soy famosísimo y todo el mundo pregunta por el tal Juan Manuel. A mí no me importa. Sólo sé que acá no me siento cómodo. Y estoy solo. Con un padre que sólo me dirige la palabra para pedir favores o decirme "fracasado". Con una madre que sólo se dirige a sus hijos para regañarlos, o para exigirles que por favor la acompañen en su negocio, y ay si no cumplen.

Así es. Mis amigos están en Bogotá, o más allá. No puedo reunirme con ellos. Algunos incluso me han abandonado de plano. Otros, están ahí, pero no confío ya en ellos. Otros más están ocupados en sus asuntos: no los culpo, tienen cosas que hacer y yo no. Incluso, otros más están en Bogotá después de mucho tiempo, y yo estoy en Boyacá, estancado y reprimido. Y para colmo, preocupado.

Esta mañana, cuando inicié la composición del post, había aguantado una eterna prédica de mi papá. Básicamente, mi papá asume que la tendida de la cama, o que no me haya peluqueado en 4 meses, es equivalente a "cinco inicios de carrera". Y en la que, si no adquiero "disciplina", básicamente, si no me vuelvo el mejor periodista del mundo (e inicio a tender mi cama), mi papá dejará de "botar plata" en algo llamado Periodismo y Opinión Pública. Así mismo, se presentó el llamado agarrón, porque mi mamá, que desde que fue echada del trabajo se volvió muy religiosa, no podía dar crédito a que su hijo mayor le dijera que no le interesaba ir a Soracá, a una de esas tales misas de sanación del padre Puerta. Y que básicamente, me tocara hacer una exposición completa de mi humanismo, para explicarle por qué ya no creo en la Iglesia Católica.

Aparte. Mi humanismo se basa en una frase de David Hume, si no estoy mal: "yo siempre espero lo peor del hombre, pero lo mejor de la humanidad". Es eso el humanismo: el bien del mundo es causa de la humanidad, el mal es causa de los hombres. Usted, querido lector, puede ser malo; pero por naturaleza, es bueno, como decía Rousseau, y, al contrario de las ideas de Rousseau, creo que la sociedad puede ayudar para que usted sea mejor. Pero no mejor en el sentido de que lave loza después de comer, o que embole sus zapatos: mejor en el sentido de colaborar con el prójimo, no desperdiciar bienes, etcétera.

Como cabía esperar, mi mamá me tachó de inmediato de ateo. Y mi papá, durante su prédica, comenzó a decir que yo creía en el Big Bang (no creo en el Big Bang: tengo el conocimiento de que pasó. Se llama CIENCIA). Y ambos comenzaron a decir que todo lo malo que tengo, se debe a que no creo en el Dios de los católicos. Pues no, no creo en ese Dios. Si hay un Dios en el cielo, no lo sé, pero que es el Todopoderoso que la Biblia dice, lo dudo mucho.

Eso por ahora. Ya mi hermana llegó de hacer compras con mi mamá. Y me pidió el laptop. He aprendido que, si uno quiere algo, no le queda más remedio que conseguirlo por su cuenta. Mientras tanto, dejaré esto aquí. Quisiera seguirme desquitando, pero creo que lo podré hacer mejor con un juego de carreras que con un post en un blog. Eso es todo. O mejor dicho, nada.