miércoles, 11 de noviembre de 2020

Decadencia, Semana a Semana

Este martes, la dirección del grupo editorial Publicaciones Semana anunció cambios drásticos en sus medios de comunicación. Desde que la familia Gilinski compró el 50% de las acciones del grupo a Felipe López en 2019, estos cambios han sido mayormente negativos. El emblema del periodismo investigativo sucumbió ante un pivote a video que se ha comido a medios de la trascendencia de Vice y Gawker, multiplicado por un interés de su directora digital, Victoria Eugenia Dávila, de generar un espacio más a la derecha de NTN24, pero sin el peso que da estar en televisión.

La estrategia de Vicky y los Gilinski parece haber funcionado. Los cambios anunciados este martes indican que Dávila, cuya experiencia ha sido marcada en medios televisivos, será la directora editorial general de todo el grupo Semana, reemplazando a Alejandro Santos. Así mismo, las revistas Semana y Dinero se fusionarán, y las redacciones digital e impresa de los cuatro medios se combinarán en una sola. Aunque Semana seguirá circulando los domingos, el objetivo es, además de reducir costos, seguir "fortaleciendo" las plataformas digitales de la revista.

Suena irónico decir esto cuando trabajo para un periódico que a causa de la pandemia se ha vuelto 98% digital, pero el plan de Gilinski y Vicky no es fortalecer el portal Semana.com. Es debilitar la revista Semana. Así lo interpretaron Ricardo Calderón, María Jimena Duzán, Antonio Caballero, Rodrigo Pardo y las redacciones de Judicial y Nación en pleno, que renunciaron masivamente ante estos anuncios.

Porque al final, queda muy poco de la revista fundada por Felipe López en 1982, con la intención de ser "una Time colombiana". Está bien, la crisis de los anunciantes es cada vez mayor y por supuesto, las revistas semanales son costosas. Todas las redacciones han tenido la necesidad de recortarse, ajustarse y afinarse para afrontar el modelo actual de negocio. Y en ese sentido, los cambios que ha hecho Gabriel Gilinski podrían tener alguna justificación, en especial la unificación de redacciones que es algo que se ha planteado en cada medio.

Pero los mecanismos son completamente opuestos a la lógica. Gilinski, con el objetivo de fortalecer el portal, ha debilitado su buque insignia, que es la revista impresa. El contenido de altísima calidad que generaba la revista al mando de Ricardo Calderón la había convertido en un emblema latinoamericano del buen periodismo. Así lo entendía Felipe López; así no lo entendió Gabriel Gilinski, que prefirió irse por el subidón de un número en Google Analytics.

Un símil muy importante me lo da la historia de Packard. Hasta los años 1940, la marca norteamericana era uno de las fabricantes de vehículos más prestigiosos del mundo, por encima de Cadillac. Durante la Gran Depresión tuvo que construir autos más baratos (pero no propiamente baratos) para sobrevivir a la crisis, con su elegancia y su capacidad. La Segunda Guerra Mundial paró la producción de vehículos, pero en la reactivación de la economía en 1946, mientras sus competidoras Cadillac y Lincoln se dedicaron a hacer autos carísimos, Packard se fue a cazar números de producción.

Resultado: sus limusinas fueron reemplazadas por vehículos de "casi lujo" y hasta taxis, en un momento en el que hubieran podido vender todo lo que tenían. La expansión dejó a la marca descapitalizada, su prestigio por los suelos y sin capacidad suficiente para competir contra sus nuevos rivales, marcas con mucho más capital y mercado como Buick y Chrysler. La compañía dio tumbos hasta que en 1958, cerró con autos desastrosos.

A Semana le está pasando lo mismo. Su decadencia es notoria porque se fue a cazar números de Analytics o Comscore, descuidando su fuerte: el periodismo y análisis de largo alcance. Si Gabriel Gilinski pretende mantener la revista a flote debe encontrar formas de sostener esa calidad. Ahora bien, el nombramiento de Dávila como directora general y las renuncias masivas de sus redacciones apuntan a un rumbo (o para usar el término náutico, derrota) de ir solo por los números, estrategia arriesgada y que supone que la competencia de la revista no será más El Espectador o El Tiempo, sino Pulzo y Las 2 Orillas.

Ojalá la revista sobreviva a estos embates, pero no tengo fe. En 2020 ha acabado con casi todo lo que ha podido, desde las columnas de Coronell hasta la revista de Avianca, y a Dávila le queda revivir un cadáver. Los periodistas que quedan en Semana tendrán unos zapatos muy grandes que llenar, y me queda la duda de que tengan las herramientas para hacerlo bien. Si no, la decadencia de Semana se irá agravando con cada edición.

(N. de la R.: Este blog revive a partir de este artículo con columnas semanales, que espero que salgan los miércoles).