viernes, 2 de febrero de 2024

¿Quebrarse por tres días de fama?

El pasado 23 de enero, la Fórmula 1 anunció que el Gran Premio de España se va del Circuit de Montmeló, su casa desde 1991, a un trazado semipermanente en los alrededores del IFEMA de Madrid. Para ponerlos en contexto, sería el equivalente a que cerraran Corferias o Plaza Mayor y sus barrios aledaños para correr ahí. El GP de Madrid, que se correrá a partir de 2026, tendrá 10 años de duración en el contrato y, según la administración madrileña, contribuirá con más de 450 millones de euros a su economía. Ah, y será una maravilla de sostenibilidad, apuntando a emisiones de carbono net-zero (o séase, carbono neutrales) y a que el 90% de sus 110.000 asistentes vayan en transporte público.

El pasado 1 de febrero Panam Sports, organizadora de los Juegos Panamericanos, nombró finalmente las ciudades que disputarán la sede de los juegos de 2027: Lima y Asunción. Esto, porque Barranquilla, donde originalmente se iban a disputar los juegos, no pagó unas cláusulas que debía pagar en diciembre y, a pesar de un vergonzoso espectáculo de llanto, rechinar de dientes y paso de pelota entre las administraciones local, nacional y pasada, pasó lo que tenía que pasar: que le quitaran los juegos a la ciudad que no cumplió con el contrato.

Ambos eventos han sido unidos para demostrar una ineptitud del Gobierno. Por poner un ejemplo, el bojote que ocupó la Casa de Nariño entre 2018 y 2022 salió a decir que su sucesor perdió tanto los Panamericanos (cierto) como el Gran Premio que se sacó de la galera el alcalde Jaime Pumarejo. Todo para decir que acá no pensamos en grande, recordar que este fue el único país en la historia al que le quitaron un Mundial de Fútbol y burlarse de Belisario Betancur (y por interpuesta persona de Petro) al decir que esa plata se iba a destinar en colegios y hospitales.

Esto apunta más bien a otro problema de los juegos deportivos, sobre todo en el caso de los Panamericanos: las exigencias económicas son cada vez más inviables. Pasa desde las grandes gestas hasta las competencias locales: las inversiones en escenarios deportivos son extremadamente elevadas y no tienen retorno de la inversión. Y el descalabro que provocó la pandemia en las finanzas de todo el mundo es una muestra de ello.

Vamos de lo pequeño a lo grande. Los Juegos Nacionales de 2015 terminaron en desfalcos de talla mayor en todo el Tolima, y los de 2023 estuvieron a punto de no hacerse porque no se estaba entregando la plata. Los Bolivarianos de 2022 se hicieron en Valledupar porque se los quitaron a Valles del Tuy (Venezuela); los Centroamericanos de 2021 se cancelaron porque el gobierno de El Salvador y los organizadores se agarraron sobre la conveniencia de hacer todo en Santa Tecla y no llevar escenarios a San Salvador, y los Centroamericanos y del Caribe de 2023 eran de Panamá pero el país canalero prefirió entregarlos enmedio de la crisis del covid.

Y eso no solo aplica en América Latina. Los Olímpicos de 2032 fueron asignados a Brisbane porque nadie más quiso participar. Aún no hay sede de los Olímpicos de Invierno de 2030. El Mundial de Fútbol de 2030 tuvo que hacerse en un menjurje con siete (!) países sede porque no hubo forma de poner de acuerdo al resto, y el del 2034 se entregó a Arabia Saudí porque fue el único que presentó el cojonal de plata necesario. El espíritu de Pierre de Coubertin se ha ido tapando en medio de millones y millones de dólares de patrocinios de las más grandes multinacionales que han llevado hacia arriba el costo de cualquier evento deportivo, como todo en la vida.

Igual, al final de cuentas eso es la Fórmula 1: una lluvia de dinero que durante tres días pone a su sede en el ojo del mundo porque dan vueltas carros alrededor de un circuito. Y esos tres días cuestan, y mucho. Ya lo vimos en el caso de Madrid: un costo de más de 400 millones de euros sin poner un centímetro de asfalto, un guardarriel o una cámara. Más o menos el mismo costo que calculaba la organización de los Panamericanos que era necesario invertir en Barranquilla.

¿Vale la pena endeudarse para eso? Porque eso es lo que está pasando: no es coincidencia que la administración barranquillera esté acusando unas deudas altísimas por las obras de inversión necesarias para atender una población creciente. Más allá de la irresponsabilidad de la ministra Astrid Rodríguez de asustarse para hacer una transferencia a Panam Sports, ¿cabría la posibilidad de que fuera mejor no hacer las cosas? Es una duda que se han hecho hasta en Los Ángeles, donde las inversiones para los Olímpicos de 2028 han sido extremadamente criticadas como "desperdicio" en una ciudad sin agua, con un transporte público precario y en medio de una crisis histórica de población en situación de calle. Y Barranquilla, por muchas ventanas al mundo y aletas de tiburones que regale Cristian Daes, tiene problemas muy urgentes.

Endeudarse porque salga el nombre "Barranquilla" en Drive to Survive no tiene una lógica más allá de mostrar ese nombre en Netflix, Paramount+ y todos los canales donde transmiten la F1. Pero también abre el riesgo de tener que tapar un hueco, como los 50 millones de dólares que Melbourne paga a la organización del Gran Premio de Australia, con recursos que se necesitan desesperadamente para, digamos, solucionar los arroyos, tener en buen estado las vías o darle agua y energía a los miles de apartamentos nuevos que hay en construcción. Y eso que la F1 tiene esa visibilidad: unos Juegos Panamericanos no tienen esa misma exposición.

La respuesta a la pregunta del titular aplica para la ley de Betteridge: "todo titular que termina con una pregunta puede responderse con un no". Eso sí, el desarrollo del "no" espero que haya sido claro.

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