viernes, 2 de julio de 2010

Tachonazos 2

Otra vez héme aquí, frente a un computador. Otra vez con la pluma quieta, porque no sé de qué escribir. Otra vez frustrado con todo y con todos. Otra vez con 12 borradores, esta vez, de un post que siempre he querido escribir. Una descripción de mí mismo. Pero nunca he podido. Otra vez la pluma se secó por tachones, otra vez el teclado quedó estático. Otra vez.


Esta vez, al contrario de la anterior, estoy en Boyacá. Estar en Boyacá, para mí, quiere decir estar rodeado de la familia. Pero, mientras muchos otros quieren estar con sus padres continuamente, yo no me aguanto Duitama ya. No me aguanto mi mamá encima, peleando a los gritos porque la loza no está lavada, y armando un espectáculo de esos. No me aguanto a mi papá que, en tono sereno y pausado, se dedica a decirme "perdedor", "fracasado", "desastre", y a recordarme que mis compañeros de colegio (él les dice amigos: yo no tenía amigos en el colegio. Dos o tres que tuve, se perdieron en la bruma del tiempo) ya se están graduando de la universidad, mientras que yo ni siquiera he iniciado.

No me aguanto a mi hermana, que presume de tener un laptop que, como mi mamá me dijo ayer, "es de ella porque se lo compré con la plata que le dieron en los 15"; y que puede usar todo el tiempo. No me aguanto a mi hermano, que usurpó un PlayStation 2 que los dos compramos, simplemente porque ya no me importa jugar en él. Tampoco me aguanto a mí mismo, un fracasado, cobarde, pendejo, idiota, perdedor, estúpido, sinvergüenza, que no es capaz de ver nada bueno a la casa donde vivió de los 6 a los 16 años. Nada. Aquí el comedor, es donde tuve que pasar cuadernos, no donde se celebraban los cumpleaños. Allá la sala no es donde se rezaban las novenas de aguinaldos, sino donde se recibía la ritual vaciada de todas las entregas de informes. Mi habitación sólo fue mi espacio hasta que tuve 14 años, y aún así, todavía me toca aguantarme a mi papá a las 10 de la noche, diciendo "a dormir!"; porque él está acostumbrado, después de 20 años trabajando en Tunja, a despertarse a las 5 am. Yo, no.

Y tal vez eso sea lo que me haga falta. Disciplina, para poder despertarme a las 5 am. Disciplina, para terminar el libro que tiene 51 páginas, luego de 4 meses de tener 50, y de 9 de tener 46 páginas. Disciplina para poder soltar este aparato a las 12, o a la 1, y no a las 2 como ha sido tradición. Disciplina, que es la que está funcionando de a pocos, para dejar de hablarle a quien expresamente lo pidiera así.

Pero bueh. Volvamos a la cosa. Mi papá dice que me gusta Bogotá porque allá no soy nadie. Es posible. Acá tampoco soy nadie, pero para mi mamá, que como docente de colegio de ciudad pequeña, conoce muchísima gente, yo soy famosísimo y todo el mundo pregunta por el tal Juan Manuel. A mí no me importa. Sólo sé que acá no me siento cómodo. Y estoy solo. Con un padre que sólo me dirige la palabra para pedir favores o decirme "fracasado". Con una madre que sólo se dirige a sus hijos para regañarlos, o para exigirles que por favor la acompañen en su negocio, y ay si no cumplen.

Así es. Mis amigos están en Bogotá, o más allá. No puedo reunirme con ellos. Algunos incluso me han abandonado de plano. Otros, están ahí, pero no confío ya en ellos. Otros más están ocupados en sus asuntos: no los culpo, tienen cosas que hacer y yo no. Incluso, otros más están en Bogotá después de mucho tiempo, y yo estoy en Boyacá, estancado y reprimido. Y para colmo, preocupado.

Esta mañana, cuando inicié la composición del post, había aguantado una eterna prédica de mi papá. Básicamente, mi papá asume que la tendida de la cama, o que no me haya peluqueado en 4 meses, es equivalente a "cinco inicios de carrera". Y en la que, si no adquiero "disciplina", básicamente, si no me vuelvo el mejor periodista del mundo (e inicio a tender mi cama), mi papá dejará de "botar plata" en algo llamado Periodismo y Opinión Pública. Así mismo, se presentó el llamado agarrón, porque mi mamá, que desde que fue echada del trabajo se volvió muy religiosa, no podía dar crédito a que su hijo mayor le dijera que no le interesaba ir a Soracá, a una de esas tales misas de sanación del padre Puerta. Y que básicamente, me tocara hacer una exposición completa de mi humanismo, para explicarle por qué ya no creo en la Iglesia Católica.

Aparte. Mi humanismo se basa en una frase de David Hume, si no estoy mal: "yo siempre espero lo peor del hombre, pero lo mejor de la humanidad". Es eso el humanismo: el bien del mundo es causa de la humanidad, el mal es causa de los hombres. Usted, querido lector, puede ser malo; pero por naturaleza, es bueno, como decía Rousseau, y, al contrario de las ideas de Rousseau, creo que la sociedad puede ayudar para que usted sea mejor. Pero no mejor en el sentido de que lave loza después de comer, o que embole sus zapatos: mejor en el sentido de colaborar con el prójimo, no desperdiciar bienes, etcétera.

Como cabía esperar, mi mamá me tachó de inmediato de ateo. Y mi papá, durante su prédica, comenzó a decir que yo creía en el Big Bang (no creo en el Big Bang: tengo el conocimiento de que pasó. Se llama CIENCIA). Y ambos comenzaron a decir que todo lo malo que tengo, se debe a que no creo en el Dios de los católicos. Pues no, no creo en ese Dios. Si hay un Dios en el cielo, no lo sé, pero que es el Todopoderoso que la Biblia dice, lo dudo mucho.

Eso por ahora. Ya mi hermana llegó de hacer compras con mi mamá. Y me pidió el laptop. He aprendido que, si uno quiere algo, no le queda más remedio que conseguirlo por su cuenta. Mientras tanto, dejaré esto aquí. Quisiera seguirme desquitando, pero creo que lo podré hacer mejor con un juego de carreras que con un post en un blog. Eso es todo. O mejor dicho, nada.

1 comentario:

YoSoyElCarlos dijo...

Viejo Mache: usted tiene conciencia de lo putamenete bien que escribe? Post desgarrador, triste y contundente.