lunes, 26 de julio de 2010

La crema sin nata

Casi toda la leche del mundo tiene dos procesos que la habilitan para venta: pasteurización y homogeneización. El proceso de homogeneización sirve para que la grasa de la leche se descomponga, y se formen glóbulos más y más pequeños que no puedan subir con tanta facilidad (es decir, que no se forme nata en la leche cuando se deja en reposo). Resultado: la leche entera en bolsa mantiene la crema que la compone, pero no forma (tanta) nata. Algo agradable cuando uno se la va a tomar o va a preparar café, pero no tanto para armar postres. Y a mi gusto, los postres son mejores que el café.

Pero usted, amigo lector, se preguntará qué carajos tiene que ver la nata de la leche y por qué le dedico una entrada a eso. Pues bien, esta figura de la nata fue usada por Richard Nixon en su libro "Leaders", para referirse a cómo, de la misma forma en que la nata no sube a la superficie homogeneizada, no se destacaban los políticos más brillantes entre las generaciones de congresos por televisión. Eso mismo voy a usarlo yo, para referirme a Twitter.

El núcleo de usuarios de Twitter, más o menos hasta inicios de este año, fue muy restringido, y se puede dividir en tres tipos básicos globales: gente muy metida en los cuentos de sistemas y que tiene todos los servicios habidos y por haber (y los usa), a quienes llamaremos "geeks"; gente muy metida en blogs y demás servicios de comunicación y divulgación por Internet, a quienes llamaremos "bloggers" (me incluyo en este rubro), y gente muy metida en los cuentos de medios, innovación en prensa y etcétera, a quienes llamaremos de forma un tanto burda "comunicadores". A grosso modo, estos tres eran los tipos de twitteros hasta enero del 2010, acá en Colombia.


A pesar de la gente que ha ido llegando cada vez en mayor medida a Twitter, todavía se puede decir que la gente sigue acomodándose en uno de estos grupos. Y por ende, hay muy poco espacio para la independencia. Miramos feo al que llega haciendo o diciendo cosas raras. Nos contradecimos a nosotros mismos en el proceso. Y tratamos de opacar a quien opina distinto, hundiéndolo en un mar de insultos y trolleadas.

Un par de ejemplos simples: a pesar que muchos nos la dimos de "abiertos" durante las elecciones, todos caímos, en un punto dado, en la monta a otro por sus opiniones políticas opuestas a las nuestras. Así mismo, gritamos a todos los vientos que no queremos que nos jodan por nuestras opiniones, pero somos descaradamente polémicos. Y nos creemos genios, queremos RTs continuos y miles de followers; pero nuestros tweets (los míos, sobre todo) son una birria.

Por ambos lados perdemos. La originalidad se pierde entre usuarios, porque cuando encontramos a alguien que opina diferente, lo intentamos opacar. Se supone que Twitter debería ser espacio para la discusión de ideas, pero cuando la opinión de alguien no nos gusta, paf, unfollow y ya. Y así, nos perdemos comentarios valiosos en otro sentido. Henry Kaiser, cuyas empresas hicieron, entre otras cosas, la represa Hoover, los Jeep originales y los buques Liberty de la Segunda Guerra Mundial, decía, respecto a un subordinado suyo: "este hombre lleva 50 años contradiciendo todas mis decisiones; es el empleado más valioso de mi compañía". Nosotros no aceptamos la opción de poder estar equivocados: somos nosotros, estamos bien. Y punto. No siempre la sabiduría popular es correcta: piense usted, amigo lector, en los millones de personas que votaron por cientos de corruptos al Congreso.

Así mismo, nuestros tweets a veces tienen buenas ideas. Pero las dejamos perder por el afán de escribir siempre genialidades. E intentamos homogeneizar todo, con mayor frecuencia, subiendo de nivel tweets pendejos, y volviéndonos sobreactuados. Un unfollow es un drama, un malentendido con otro twittero se vuelve una guerra, un atardecer de los que, afortunadamente, abundan en Bogotá, es un espectáculo increíble. Así, cuando de verdad queremos decir algo, la gente lo minimiza. "Otra pendejada de este güevón", y perdimos la idea en general.

Nuestras grandes ideas son la nata de la vida. Si se separan y se cocinan, pueden hacer grandes cosas, como un delicioso postre de natas o una mantecada. Además, otras personas realmente destacadas pueden subir y hacer parte de un postre aún mejor. Pero si tendemos a homogeneizar nuestros pensamientos y nuestro entorno, nuestra vida será homogénea. Rutinaria, si se quiere. Y nuestras ideas, a duras penas, podrán igualarse a la leche pasteurizada: no nos enfermaremos, tal vez, pero posiblemente, no podamos hacer nada mejor que café con ellas.

Yo mientras tanto, sigo haciendo birrias de tweets.

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