miércoles, 7 de julio de 2010

Comentario con ideas opuestas a la corrección política excesiva de una persona con éxito pendiente

(es decir: la queja de un fracasado -yo- contra la hipercorrección política)

Hubo una época en que a los negros se los trataba distinto en el mundo, por ser negros. Hubo una época en que los obreros eran "motivados" a punta de grito herido de sus capataces, sobrestantes o supervisores. Hubo una época en que la gente podía ser prejuiciosa sin que nadie dijera nada, y despreciaba a un retrasado mental, un pobre o un tipo mamón. Eso se acabó en los años 50 y 60, con la lucha por los derechos civiles y el fin de la discriminación de los negros estadounidenses, liderada por hombres como Martin Luther King, Malcolm X, Jesse Jackson y Rosa Parks.

Uno de los objetivos que consiguió la lucha de los derechos civiles fue el "respeto" a los negros. De hecho, el término "nigger", negro, es ahora considerado de mal gusto entre todo el mundo en los Estados Unidos... excepto entre los mismos negros. Maya Angelou o Michael Jordan lo pueden decir con orgullo, pero si, por decir algo, a Jeff Gordon o Larry King se les resbala la palabreja, el mundo se les viene encima, por irrespeto a los afroamericanos. Así mismo, por este lado se comenzó a dar cuenta la gente de cómo el respeto tenía que ser difundido entre todos y que los defectos de alguien no debían ser un indicativo de ellos. Pero por supuesto, esto ha llegado demasiado lejos.

Tomemos el siguiente caso. En los 50, a las personas cuya mente no funcionaba bien (autistas, retrasados mentales, y similares) se les decía "lentos". Luego, la gente dijo que era de mal gusto decir eso, porque un "lento" no lo es por gusto, sino por enfermedad. Entonces se les decía "retardados". Después de eso, se determinó que el término "retardado" no aplica tampoco, porque no es que el conocimiento les llega tarde. Entonces, se les puso que no, que debe ser "deficiente mental". Pero tampoco: eso es definir a la persona por su deficiencia mental. Casi inmediatamente, se le cambió a "persona con deficiencia mental". Y ahora resulta que no: eso es pordebajear la mente de aquella persona. Entonces vamos en que es "persona con requerimientos mentales especiales". Sólo que, según el Diccionario de la Real Academia:


especial.
(Del lat. speciālis).
1. adj. Singular o particular, que se diferencia de lo común o general.
2. adj. Muy adecuado o propio para algún efecto.
3. adj. Que está destinado a un fin concreto y esporádico. Tren, reunión especial.
4. adj. Dicho de un programa radiofónico o de una emisión televisiva: Que se dedica monográficamente a un asunto determinado. U. t. c. s. m.
 Es decir, se neutralizó el lenguaje. Siguiendo la idea de evitar demeritar a la persona o el grupo de personas con dicho defecto, se desdibuja completamente la idea del defecto: un desprevenido, puede fácilmente confundir la "mente especial", ya sea por la primera acepción (es decir, cree que la mente es especial por brillante, no por defectuosa) o con otras acepciones (que es una mente especializada en algo). Y esto es más común de lo que se cree.

Está el ejemplo socorrido de usar para todo el "amigos y amigas", "ingenieros e ingenieras", "modistos y modistas", en vez de recurrir al "amigos" como la lengua permite. También el de evitar referirse a los pueblos negros como "negros", sino con términos como afrocolombianos (una mentira: los "afrocolombianos" tienen muy poco de africanos, pues sus ancestros están hace 200 o 300 años en América...), gente de color (y es que el resto no tiene color?) y similares. Y por supuesto, esa tendencia de desdibujar los defectos que sufre la gente para evitar molestar a alguien. No se pueden decir las cosas en forma negativa, porque eso es restringir lo sucedido, y además crea estereotipos. Eso es lo que denominan "lenguaje incluyente", y que también se llama corrección política.

El lenguaje incluyente, a mi parecer, ya está yendo demasiado lejos. Hay cosas que no se pueden esconder, y que esconderlas pueden generar más daño que bien para la gente. Y muchas veces se trata de dar un enredo mayor, mayor y mayor, de detenernos en términos en vez de ideas de fondo: ese es el verdadero problema con la corrección política. Supóngase que alguien con algo de poder (que en este país, suele ser blanco de nacimiento o de los kilos que envía al extranjero) dice: "los negros del Chocó tienen serios problemas de malnutrición". Es una realidad fehaciente: los habitantes del Chocó, en su gran mayoría negros, sufren en general de hambre, producto de las pésimas condiciones económicas que azotan a los chocoanos. Pero un comentarista se enfoca en decir que "por qué dijo negros! Es que eso es racismo de parte de don Fulano!". Y se arma el problema con don Fulano, que no tuvo la sensibilidad suficiente para decir "los afrocolombianos del Chocó sufren de hambre". Y se olvida el hambre de la gente del Chocó, porque uno dice "negro". Así se han perdido denuncias enteras, en discusiones vanas sobre los términos usados.

Todo esto redunda en una forma de escabullirse de los problemas, algo en lo que nosotros somos expertos titulados. En años pretéritos, eso se lograba hablando como los dioses, para enredar a la gente; y este tipo qué dijo?, se preguntaba uno al encontrar una erudita transcripción de un discurso, llena de latinajos, arcaísmos, expresiones poéticas y sinónimos traídos de los cabellos, que confundirían al mismo Góngora. Hoy, se hace pasar la discusión por un tamiz que la alarga en exceso y la difumina: entonces, uno debe ser muy cuidadoso a la hora de hablar de los problemas de los afrodescendientes que cuentan con dificultades para su alimentación en el Chocó. Y el estereotipo, ahí.

Ese límite entre la inclusión y la hipercorrección es muy, muy, muy fino y delicado, muchas veces borroso, pero he determinado una forma más o menos sencilla de trazarlo: si se necesitan más de dos palabras para reemplazar una idea de una palabra (por ejemplo: "persona con dificultades de movilidad" en vez de "persona discapacitada" o "discapacitado"), es probable que sea hipercorrecto. Una de las características del lenguaje es que uno puede hacerlo concreto, conciso, preciso y elegante al tiempo; no se necesita abandonarse en frases tan floridas como tediosas para expresar una idea con elegancia, así como puede explayarse en expresiones para resultar siendo un patán dándoselas de culto; de hecho, pasando a sobreactuado y afectado.

Esta es una polémica en la que la forma no puede ganarle al fondo, y esa es la base de todo. Cuando la forma le gana al fondo, la discusión se pierde. Lo decía Ignacio Escobar, el personaje de Sin Remedio de Antonio Caballero, en uno de sus poemas: "Palabras: en vez de la luz, el río de la forma". Es cierto que la pulcritud en el lenguaje ilumina la idea representada, pero el exceso de pulcritud, en vez de ayudar, termina encegueciendo al representado.

Y eso es todo, o mejor dicho... nada.

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