lunes, 5 de julio de 2010

Aparentemente...

Porque el complemento de hablar como los dioses es ser legal...
R.H. Moreno Durán. Los felinos del canciller.

Los 4 de julio, todos los estadounidenses celebran una reunión realizada en Filadelfia en 1776. Ese día, representantes de 13 pequeñas colonias en la costa oriental de América del Norte, en ese momento en guerra contra la corona británica en cabeza de Jorge III, declararon que combatirían a los ingleses como estados de una república unida, democrática y en la cual hubiera espacio para todos. Hoy, 234 años después, Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, uno de los más desarrollados... y uno de los más injustos. En Estados Unidos, todo es desmesurado: los carros son enormes y consumen demasiada gasolina, las ciudades son extensísimas moles de casas de suburbios, los ricos son billonarios (en dólares) y los pobres son míseros (aunque ganen en dólares), y la "independencia" de los hijos es tal que a los 19 años ya no viven con sus padres.


19 años. Esa es la edad de nuestra constitución actual, firmada el 4 de julio de 1991. La anterior duró, nominalmente, 105 años, pero también fue tachada, retachada, reformada y enmendada para intentar convertir una "democracia" de ricos poetas y terratenientes en una "democracia" donde millones de campesinos y obreros votaran por quien dijeran los patrones (de la empresa o del cartel, no importa. Patrón es patrón).

Usted preguntará qué tiene que ver este inicio. O qué relación tiene que hoy, 4 de julio (escribo esto el 4/07/2010 a las 23:15 UTC -5), cumpla años nuestra constitución y los Estados Unidos. O por qué escribo de esto.Pues bien, este post es más que nada un pensamiento político. Y un pensamiento basado en las instituciones. Algo que este país ha olvidado por completo, en su búsqueda del caudillismo.

Es cierto que Colombia es un país con un historial democrático envidiable, en teoría. Mientras a nuestro alrededor se dieron las dictaduras de prohombres como Stroessner, Perón, Videla, Pinochet, Getulio Vargas, Garrastazu Médici, Noriega o el PRI, el solio de Bolívar contó únicamente con un dictador, llamado Gustavo Rojas Pinilla; que fue, curiosamente, uno de los mejores presidentes que haya visto Suramérica: progresista, invirtió en educación, infraestructura, pacificó a los Llanos y acabó con la violencia partidista. Desde 1957, no ha habido un golpe de estado en Colombia. Y nuestra "democracia" funciona a las mil maravillas, aparentemente.

Esta palabra es clave: "aparentemente". Porque nosotros los colombianos somos expertos en eso de aparentar cosas, y sobre todo, en hacer que todo funcione aparentemente bien. La economía va "aparentemente" bien, porque el PIB crece y entra plata del exterior. Se está ganando "aparentemente" la guerra, porque cada día se dan de baja dos guerrilleros, desertan tres, se rescata un secuestrado. Además, uno está "aparentemente" más seguro: vea todos estos retenes en carretera! Y lo mismo, uno "aparentemente" está una maravilla en los negocios, porque remodeló la casa y compró carro. Y claro, la política está "aparentemente" inmejorable para Santos: va a contar como con 70 senadores y 150 representantes que "aparentemente" lo apoyan.

Pero por supuesto, las apariencias engañan. En Estados Unidos, la gente es respetuosa de la ley. La Constitución de Estados Unidos, firmada en 1789, ha tenido 26 reformas en 220 años; 10 de ellas están aprobadas desde, prácticamente, los inicios, en la llamada "ley de derechos". Acá, en 19 años se ha reemplazado de todo en la constitución, que "aparentemente" es sólida. Acá la constitución no se respeta, y las instituciones, tampoco. Y la democracia, menos.

Esa es otra cosa. En apariencia, la democracia colombiana ofrece una amplia serie de opciones, desde la izquierda "extrema" del Polo, hasta los godos. Va uno a ver, y no hay tal: la U, los conservadores, Cambio Radical y el PIN son la misma cosa. Los liberales oscilan de lado a lado. El Polo, que hace 9 años eran por lo menos 5 partidos, todavía está partido entre "comunistas" (Robledo, Gaviria), "moderados" (Petro) y Samuel Moreno. Los verdes aparecieron, como la tierra que en teoría deberían defender, de la nada, creados por un Dios barbado (no Mockus: Jorge Londoño). Y aún así, todos piensan igual: primero en el bolsillo. Y las diferencias son casi nulas, en muchos sentidos: la veleta política oscila, excepto casos de broncas personales, hacia donde más plata llegue. En Estados Unidos pasa algo similar, pero con la diferencia que allá sí hay un control adecuado. Allá el lobby es una actitud controlada, regulada y conocida: acá, es un escándalo que las empresas digan que gasten dinero en apoyo político. Pero lo hacen.

En parte, eso de las apariencias es lo que tiene jodido al país: la gente, por tratar de quedar limpia, es capaz de hacer de todo. Pero no importa: "vea, todo está en orden". Y sí, todo está legalmente bien: candidatos limpios, contribuciones prístinas, elecciones que se desarrollan normalmente. Pero debajo de cuerda (y a veces hasta encima), está la trampa puesta. Y el político se defiende: "todo está en orden". Como decía el viejo adagio, tan viejo que aplicaba en el virreinato, el colombiano acata pero no cumple. Y en política es boyante. Y si algo sale mal, la prensa grita y se rasga las vestiduras, todos menean la cabeza y dicen que no volverá a pasar, los jueces salen prometiendo exhaustivas investigaciones. Aparentemente sí, ha acabado todo. Y realmente... también, porque no pasa nada, todos se cuidan un rato, y todo vuelve a la normalidad. Cuando (y si) hay una respuesta de la justicia, el público ya no se acuerda y la prensa lo pone por allá en la página 10, o antes de comerciales.

Acabar con ese problema de apariencias es casi imposible, puesto que nosotros los colombianos somos expertos en aparentar. Así pues, no cabía esperar más que políticos que aparentan hacer las cosas bien: si uno aparenta estar cumpliendo con todo mientras los impuestos están ahí, venciéndose, es fácil suponer por qué nuestros dirigentes aparentan seguir las normas al pie de la letra mientras las acomodan a su antojo. Nosotros también lo hacemos. Y cuando nos pescan, nos hacemos los dolidos, sí, qué pena, no vuelve a pasar, una semana y volvemos a las andadas. El país tiene al gobierno que se merece, y aparentemente, también.

Así pues, este país está en la olla, aunque aparentemente vayamos bien. Pero por supuesto, eso no es un problema únicamente de política. Es un problema más bien social, con un componente de política. Pero la sociedad lo demuestra. Aunque eso da para otro post, así que este se termina, aparentemente, aquí...

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