jueves, 17 de junio de 2010

Unplugged

Dedicado a Laura, Juan David, Andrés Felipe y Augusto. Me alegra que les haya ido bien por Cali, agradezco al Dios en el que crean que estén bien después del accidente, y espero estar con ustedes a la próxima.

Con la proliferación de Blackberrys, planes económicos de mensajería o redes sociales a bajo precio, y la popularización de servicios como Twitter, se está volviendo cada vez más común la gente que, literalmente, se vuelve un caos si no tiene a su lado su aparato, con plan de datos ilimitado, 50 cuentas de correo, una serie de requerimientos laborales, y etcétera. Y que sobre todo, lo usa para hacer comentarios pendejos sobre cualquier cosa.

Si bien es cierto que estos servicios ofrecen un rango de inmediatez importantísimo a la hora de dar mensajes como información del tráfico, posibles incidentes de seguridad, catástrofes (en esto, los chilenos durante el terremoto de febrero dieron muestra de cómo hacerlos servir), el exceso y saturación de información es algo que se pasa al rango de ser molesto para otros. Por ejemplo, amigo lector, usted no necesita saber que fulano está haciendo mercado, o las quejas de zutano sobre mengano durante su excursión de carretera. Sé que muchos estarán conmigo, en mi molestia, por ejemplo, porque alguien chicanea de cómo la está pasando del putas con la novia y los amigos en un rumbeadero, mientras uno está fritando carne para pasar el hambre.

A veces me pregunto si no será que ahora, con tantos gadgets pegados, no nos estamos dejando ganar por ellos. Por ejemplo, hace un año, ¿quién tenía un Blackberry? Era entonces, y muchos lo siguen viendo así, una rareza, un equipo que presentaba al usuario por derecho como un ocupadísimo hombre de negocios, los cuales debían atenderse a distancia y en el acto (por cierto, eso mismo se decía hace 10 años del celular, y hoy día hay 30 millones de líneas en Colombia). Hoy día, la publicidad nos ha metido en la cabeza la idea de que, si no estamos con ese berriondo aparatejo en el bolsillo, y mirándolo cada tres minutos, estamos "desconectados" de lo que sucede en el mundo. Y yo me pregunto, ¿es eso necesariamente malo?

Muchas veces, el abuso de comentar las pendejadas que suceden, nos hace perder nociones más amplias a la que estamos mirando. Nos quedamos en el chiste pendejo, o en el comentario "genial" y simplón, en vez de hacer un análisis más profundo. Así mismo, obviamos cosas que pueden ser más importantes, por quedarnos en las urgentes. Recuerdo muchos visitantes a Boyacá en diciembre, que se ponían a tomar foto a esto, recuerdo por acá, sabajón acá, córrale que tenemos que llegar al otro pueblo. ¿Conocieron algo? No. Las fotos que tienen no les traen ningún recuerdo, y los souvenirs llegan a la casa convertidos en chécheres de otro paseo.

Eso sucede cuando nos dejamos llevar por el exceso de información. Creemos que comentamos muchísimo y muy bien, y a los tres días, cuando se quiere recordar algo, los únicos registros que se tiene de eso son los comentarios, que a veces se vuelven un maremágnum de citas aleatorias sin mayor sentido, en realidad. Y uno intenta ir más al fondo, y se encuentra conque al final, de todo esto, no quedó nada. Es por eso que escribo entradas larguísimas en los blogs, a pesar de lo que los otros digan: quiero extenderme más allá de lo que otros llegan. No me contento con brochazos, quiero toda la información, y toda la idea.

Así mismo, quiero sacarle el jugo completo a las situaciones importantes. Uno muchas veces, por intentar "compartir momentos" con otras personas, resulta dejándolos de lado. Por ejemplo, por intentar tomar fotos de los otros, twittear, y andar por todo lado comentando que está de paseo, ¿usted realmente está disfrutando su paseo? Usted va a tener recuerdos, sí, pero ¿cuáles? De que todos echaron un comentario genial y usted estaba con la cámara, o que se quedó sin batería y se amargó medio día por eso. No lo sé, pero yo cuando voy a algún lado, y le digo a alguien "quiero hacer algo contigo", es con esa persona, no con la persona y todo el arsenal de followers de Twitter detrás.

Y finalmente, creo que hay cosas que pueden esperar para ser twitteadas, si tanto quiere uno hacerlo. Una foto, por ejemplo, se mantiene inalterada hasta que alguien le meta la mano en Photoshop, y si es una broma, la broma será entendida igualmente. Así mismo, un comentario estúpido es un comentario estúpido, sea a las 2 am o a las 6 pm. Y si tiene uno algo muy urgente que comentarle a alguien vía mensajería instantánea, pues pague una llamada! Ni que los minutos no se consiguieran a $150...

Tal vez el exceso de conexiones nos está saturando. Yo por eso no quiero tener un smartphone. Quiero conservar un nivel de privacidad y de autocontrol que no voy a tener con la tentación al lado. Quiero conservar un tiempo del día en el que no esté durmiendo, pero tampoco al rabo de lo que dice fulano. Y quiero, sobre todo, poder conservar ese maravilloso privilegio de la raza humana, que es la interacción social. No es lo mismo decirle "amigo" a alguien de frente, que hacerlo a través de una pantalla. Quiero que, si estoy con algún ser querido al lado, pueda dedicarme enteramente a ella, y que ella se dedique enteramente a mí, sin interrumpir porque "ay, arroba rimulero dice que todos los del container son una parranda de borrachos". Y quiero poder empaparme de los paisajes, las comidas, la gente y la cultura, antes de compartirlo con quienes quiero comprenderlo.

P.D: Puede que esto sea resentimiento. Pero como dice arriba, son "pensamientos inconexos en forma de post". El resentimiento también es humano.

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