miércoles, 13 de febrero de 2008

Marchas, marchitas, marche el pueblo!

Gracias al compadre Link, tenemos nuestra postura editorial en el tema guerra.


La semana pasada, la marcha contra las FARC movilizó a casi 11 millones de personas (según los medios; es decir, 7 millones de personas) en casi todas las cabeceras importantes del país, y en donde hubiera colonias colombianas. No sólo Miami, Nueva York y Madrid recibieron esas marchas en el exterior: el hecho que hubiera pancartas desde lugares como Angola, Azerbaiyán o Melbourne da bastante para pensar de la importancia de esa marcha creada por algún personaje, y masificada originalmente por Facebook.

El caso es, que el éxito de la marcha impulsó a muchos a hacer marchas por lo que sea. Así sea por mamar gallo, como le escuché a una compañera que dijo que iba a tener que montar marcha a ver si la dejaban quedar hasta más allá de las 10 por fuera de la casa; o cosas serísimas, como la marcha del 6 de marzo sobre las víctimas de las AUC y "los crímenes de Estado". Me pongo acá a enfatizar el tema de este mensaje.

Durante muchos años, el pueblo colombiano se había mantenido en una completa apatía contra la guerra. Tal vez la última manifestación REALMENTE contra la guerra fue la papeleta de las elecciones de octubre del 97. Después, las manifestaciones populares que hubo fueron influenciadas por hechos atroces: el asesinato de Jaime Garzón, el de Gilberto Echeverri, los 11 diputados... en cambio, el 4 de febrero se dio una manifestación que, si bien estuvo relativamente influenciada por todo el problema que incluyó la liberación de doña Clara Rojas, doña Consuelo González y Juan David Gómez, fue espontánea hasta donde se lo permitieron.

Tal vez el lunes de la semana pasada hubo un punto de quiebre, en el cual la sociedad civil dejó de ser un simple monigote de la opinión, manejado por los Santos, Arizmendi, Gossaín y Yamid según lo que quisieran los medios que los controlan. El lunes 4 se vio que un movimiento popular puede llegar a influir sobre lo que quieren los medios. Y ese puede ser un mojón importante en la lucha por la paz.

Por cierto, yo estoy de acuerdo con ambas marchas, pero no voy a salir a marchar el 6 de marzo como no salí el 4 de febrero. En la del 4, no salí porque consideré que yo podía ser tomado como miembro de una manifestación pro-Uribe. Y prefiero que me callen la boca por algo como eso, a tener la razón en el mal. No voy a salir el 6 porque, en mi extremocentrismo, creo que es irresponsable decretar desprecio a una marcha y salir a otra.

Feliz día de San Valentín.

1 comentario:

Phantom dijo...

Interesante aporte mi querido amigo, la vaina aca no es la cuestion de hacer marchas (por el miedo a la marchitis aguda), el verdadero meollo del asunto es cuando la idea de unos se convierte en iniciativa de otros y al final todos terminan montados en un bus al que nunca fueron invitados.