lunes, 2 de julio de 2012

Ola verde y el 132: las redes sociales no son políticamente representativas

Mientras escribo este post, Enrique Peña Nieto está celebrando su victoria en las elecciones para presidente de México, que ocurrieron el domingo. Si bien la elección, a las 12 de la noche del lunes 2 de julio de 2012 hora colombiana, no está confirmada, los sondeos a boca de urna y los primeros boletines dan como ganador al candidato del PRI por delante de Andrés Manuel López Obrador, de izquierda, y Josefina Vásquez, del PAN.

Esto viene como una sorpresa para muchos analistas, que consideraban fortalecida la oposición a Peña Nieto por movimientos como el Yo soy 132, surgido en las redes sociales luego de una declaración del exgobernador del estado de México en la Universidad Iberoamericana, el pasado mayo; esta provocó la respuesta de 131 estudiantes de todas las universidades en Youtube y una invitación a que los jóvenes se convirtieran en el 132. Y así sucedió. Miles de usuarios de redes sociales se reunieron alrededor de esta campaña, que fue en un principio demeritada por los medios mexicanos, como una forma de expresar su opinión a Peña Nieto, aunque no exactamente su apoyo a López Obrador o a Vásquez.

 Varias marchas multitudinarias, conciertos, la aparición de una camiseta gigante en un partido de la selección mexicana en el Azteca (con una serie de conflictos entre los del 132 y los que apoyan a Peña Nieto) le dieron seriedad al movimiento. Incluso los estudiantes fueron capaces de crear debates que fueron llevados a la televisión tanto por Televisa como por TVAzteca, y esto hizo que gran cantidad de analistas dentro y fuera de México consideraran la posibilidad de una derrota priista, cosa que finalmente no ocurrió.

Esto tiene cierta similitud con la Ola Verde, sucedida en Colombia durante las elecciones de mayo de 2010. De forma inesperada gran cantidad de usuarios de Facebook y Twitter se reunieron alrededor de Antanas Mockus, luego que este ganara la candidatura presidencial por el Partido Verde, y lo catapultaron a un segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones, detrás del uribista Juan Manuel Santos. En el mes de campaña entre primera y segunda vueltas, la fuerza electoral de Santos (había prácticamente doblado a Mockus, con un 40% de los votos) se vio aparentemente debilitada por las acciones más marcadas y comunes de los jóvenes pro-Mockus, pero a la hora de la elección se vio la verdad: el candidato de la U sacó el 60% de los votos contra el 33% del candidato verde.

¿Para qué esta clase de historia reciente? Para analizar las derrotas de ambos candidatos, a pesar de la avasalladora victoria en redes sociales. El tema es simple: las redes sociales y específicamente Twitter, la más común para este tipo de representaciones políticas, no representan a la comunidad en pleno.  Eso debería ser evidente, pero no lo es para múltiples personas, entre las que se cuentan analistas de medios, periodistas e incluso los mismos activistas de las redes sociales.

Es fácil sobreestimar esta situación. La visión común de los jóvenes en política es que son poco comprometidos o que simplemente no les interesa la política. Entonces, cuando algo los activa (por decir algo, la oposición a un candidato), se sobreestima esta situación y se cometen errores de cálculo sumamente graves a la hora de predecir los resultados de una elección, puesto que implican sobreestimar el poder de la red social y terminan influyendo en la misma forma de hacer política. Para la muestra, estoy convencido que tanto Álvaro Uribe como Gustavo Petro no hubieran usado de forma tan intensiva Twitter de no ser por la ola verde.

Porque la verdad, los usuarios promedio de Twitter no son como el común de la población. Son en su mayoría jóvenes adultos, con un nivel de educación mayor al promedio y altamente informados. Y sobre todo, son capaces de ver algo más que lo que los medios tradicionales les alimentan. Pero una comunidad de unos 300 mil twitteros a lo largo de Colombia, si bien valiosa, no hace tanto impacto como los millones de personas que sólo se informan por las noticias de Caracol y RCN.

Y así mismo, esta comunidad (y su proporción similar en México) no es representativa de lo que piensa la mayoría de la población. Los twitteros bogotanos son capaces de echar la madre a Petro por miles de razones, pero el bogotano promedio la echa por dos: trancones y robos. Y la mayoría de twitteros colombianos votó por Mockus porque le gustaban legítimamente sus propuestas: los colombianos promedio, en su mayoría, votaron por Santos porque era la continuidad de los ocho años "exitosos" de Uribe (lo que se ha descubierto desde entonces no cuenta en este análisis).

Tal vez la primera vez en la que ocurrió esto fue en 1968, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. La importante fuerza mediática que era en ese momento los jóvenes manifestantes contra la guerra de Vietnam, así como las comunidades discriminadas que salían a la luz pública (negros, hispanos, LGBT), provocaron que los medios sobreestimaran su importancia. Y también impulsaron que Richard Nixon hiciera campaña mostrando la "mayoría silenciosa": la masa de personas de clase media y baja que no sale nunca en los medios, pero que es mayoritaria entre los votantes. Esa mayoría silenciosa le dio sus votos a Nixon.

Y esa misma mayoría silenciosa, sin Twitter pero que es mayoría, fue la que votó por Santos en 2010, y por Peña Nieto ayer. En ese sentido, el hecho de contar con una herramienta nueva para jugar ha traicionado a muchos analistas, tal como traicionó a los medios estadounidenses en 1968. Cabe esperar que los medios aprendan de esto para darle la relevancia que amerita la comunidad virtual: son movimientos que efectivamente representan comunidades con serias críticas a ciertos modelos, pero no van a dominar la política per se. La importancia de la mayoría silenciosa sigue siendo vital, y por tanto es altamente probable que sea más redituable para un político apoyar primero los problemas de la mayoría silenciosa que los de la escandalosa comunidad virtual.

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