lunes, 19 de diciembre de 2011

Carolina Sanín y la Nueva York en la Nueva Granada

Carolina Sanín publicó ayer en El Espectador una columna de renuncia. En su diatriba, se dedicó a hablar de todo lo malo de la ciudad de Bogotá, aquella que la vio nacer, porque entre otras cosas: no tiene un muelle o un parque costanero, llueve mucho, anda metida en buses, no la recogen los taxistas, el centro es feo, el norte igual, los barrios de los pobres, los barrios de los ricos, los ricos, las señoras ricas, los jóvenes ricos y periqueros, etcétera.

En síntesis, porque Bogotá no es Nueva York o París. Es más, ni siquiera es Buenos Aires.

Hay cosas de esa diatriba con las que estoy de acuerdo, y que me permiten intuir que influyeron en su idea. Sería de lujo tener en Bogotá una vista similar a la que se tiene en el Quay d'Orsay, el tranvía de Puerto Madero, o la isla Governors hacia el Battery Park. Así mismo, reconozco que el transporte público bogotano es un caos, entre Transmilenios ultracongestionados, buses viejos y ajados, y taxistas que no lo llevan a uno a donde necesita porque "no, mijo, al centro no entro". Así mismo, el centro de la ciudad demuestra su origen como una villa colonial, y la falta de un Boulevard Houssman o una Avenida 9 de Julio da una sensación de congestión dura. A un pueblerino como yo, le parece que la ciudad se le viniera encima. Y sí es cierta la plasticidad de muchísima gente, desde las señoras emperifolladas que recitan el evangelio según Julio Sánchez Cristo, hasta los que se ponen un kilo de gel para ponerse la cresta de Germán es el Man y salir a Cuadra Picha.

Aún así, no estoy de acuerdo con esas ideas. Por una razón básica: la Bogotá en la que vivimos tiene muchas de esas cosas que, para la Sanín, filósofa y literata de los Andes, puede que se le hayan olvidado. Y que evidentemente evadió en su idea de ciudad bajo la cual compara, en parte, de forma injusta a Bogotá.

El motivo es simple. Sanín se reconoce como bogotana, y por tanto, conoce muy bien (creemos) la ciudad, desde las desbordadas inmediaciones de la Universidad de la Sabana hasta el reseco y apestoso paisaje del embalse del Muña. Desde los barrosos barrios noroccidentales de Suba, hasta los riscos peligrosos que se esquivan con el túnel de la vía a Villavicencio. Cosa que no sucede con las ciudades que, inconscientemente, Sanín menciona.

Porque, sinceramente, sé que tiene mucho más encanto Caminito que los barrios aledaños a la Estación de la Sabana; pero también sé que la mitad del conurbano de Buenos Aires es una villa miseria que deja los "polvorientos" barrios obreros de Engativá o Fontibón como grandes palacios. Al menos en las invasiones bogotanas hay acueducto y energía; eso no se puede asegurar en estas villas de Ezeiza, Florencio Varela o Cañuelas. También sé que el metro de París es un tren espectacular, excepto en verano cuando la francesa costumbre de no bañarse sino una vez a la semana actúa en un tren repleto, tal como un Transmilenio o, más exactamente, o un Transmetro (me imagino, no conozco los TM barranquilleros). Y también sé que la clase alta bogotana es inexplicablemente presuntuosa, sean periqueros o intelectuales. Parecen vivir en un hedonismo clásico... de los neoyorquinos de Studio 54, o de los artistas que convirtieron Greenvich Village y el Meatpackaging de un área de bodegas al metro cuadrado más caro del mundo. Remodelando con drywall y llamando a sus antiguos mataderos y dársenas "lofts".

En síntesis, Carolina, sé que no vas a leer esta respuesta a tu diatriba, pero sí te invito a que no te quedes con la imagen que ves desde el mirador de 30 Rock. Una ciudad se vive, no se visita: cuando vaya a Buenos Aires, iré a montarme al subte A, con sus vagones hechos en 1915. Intentaré quedarme con la imagen de La Boca de los tangueros, la milonga y la Bombonera, pero también con la de la sudestada. Y nunca me olvidaré que esas partes que nosotros vemos de mágico en las ciudades, los extranjeros las ven en Bogotá. Al fin y al cabo, la vista de Monserrate a la sabana es tan espectacular como la de la Torre Eiffel.