domingo, 10 de octubre de 2010

Conformismo a la Colombiana

(Este artículo originalmente surgió como un trabajo para la asignatura Propedéutica de Textos, que era sobre una columna de opinión. La versión original está disponible aquí. La versión de este lado es la ampliada, y en la que no hay que cumplir ciertos preceptos cerrados. Es decir, la mía.)

El 6 de octubre estuve presente en una entrevista que Nicolás Samper, director de la revista Fútbol Total, le realizó a Carlos “El Pibe” Valderrama, uno de los emblemas históricos del fútbol colombiano. El motivo de la entrevista era presentar un campeonato de fútbol aficionado, patrocinado por Samsung, el cual le va a dar como premio a un jugador juvenil la oportunidad de probarse con el Chelsea.

Una de las preguntas que le realizó Samper al Pibe fue la siguiente: ¿cómo convencer a un joven de 16 años de seguir adelante después de haber probado en el Chelsea? Esto insinuaba el riesgo latente de que un jugador, al probar en un club de la Premier League que ha llegado a la final de la Liga de Campeones de la UEFA y que ha contado con jugadores que se encuentran entre los más rutilantes de la actualidad del fútbol mundial, consideraba que ya no tenía que hacer más. Un chino de Tumaco, Buenaventura o Ayapel podría considerar que llegó ya a la cima del mundo y no importaría nada más, ya le puede contar a los hijos que estuvo en pruebas en el Chelsea.

Es lamentable ver que esto es algo muy común para los colombianos, y no sólo respecto al fútbol.  Es muy común: la gente en este país tiene la tendencia a ser muy mediocre. Pero MUY mediocre. Acá, es cosa de todos los días ver cómo las personas tienden a conformarse con pendejadas como el bachillerato, un contrato por 6 meses o un apartamento en el Tunal. Un jugador de fútbol toca el cielo cuando llega al Cartagena. Y esta mediocridad se ve en nuestros resultados: celebramos un quinto puesto, una eliminación en cuartos de final. Nos sentimos dichosos de la pelota cuando conseguimos cualquiera cosa, y si no la conseguimos "lástima, mijo, pero eso no era para usted; mínimo el otro tiene rosca; Dios cierra una puerta pero abre una ventana".

Las frases de la gente que no se preocupa por el futuro también son símbolos muy poderosos. Escuchar a alguien decir en Transmilenio “no, no me gusta el trabajo pero es eso o quedarme en la casa”... tener que aguantar cuatro años de la peor alcaldía del país porque “todos son iguales”… incluso, tener que ver cómo la Selección Colombia no puede superar al Bolillo Gómez porque “él sí nos clasificó al Mundial”… como si el Pibe, el Tino, Rincón, Iguarán, de Ávila, Higuita, Córdoba y Mondragón hubieran sido unos pintados en la pared.

Ojalá este país pudiera potenciar su propia impresión y darse cuenta de sus potenciales. Acá decimos “tenemos las playas más lindas, el mejor café, la mayor cantidad de aves”. ¿Y la gente? “Ah, es que Colombia es pasión”. ¿Y eso sirve para avanzar para algún lado? Acá se celebra que tenemos a García Márquez, Botero, Juanes, Montoya y el Pibe. Y se dice que los colombianos somos “unos verracos”, pero porque nos aguantamos todo, y siempre conseguimos lo de sostenernos en donde sea. Los colombianos no nos quedamos varados en ningún lado, pero tampoco nos matamos para arreglar las cosas: con el simple desvare nos conformamos. El espíritu de empresa de los paisas, tan famoso, parece que se acaba al entrar a inmigración en El Dorado o en Rionegro, sin contar los genios de los carteles, pero eso es otra cosa. 


El mismo Pibe Valderrama, respondiendo la pregunta que le hizo Nicolás Samper, explicaba su éxito como una búsqueda para poder llegar a un objetivo mayor. Y después hablaba con legítimo dolor sobre su única frustración: no haber podido ganar el Mundial. Con 11 jugadores con la mentalidad del Pibe, hubiéramos podido ganar en el 94. Con 45 millones de personas que sean capaces de seguir pensando adelante, Colombia sería un país desarrollado. Mientras tanto, quejémonos del modo en que Bogotá está de vuelta mierda por Samuel, pero "da igual, quien suba va a subir a robar".

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