viernes, 27 de noviembre de 2009

De trolls, twitteros y la comunidad 2.0

Como los que leen este chuzo saben, yo tengo cuenta en Twitter, pero no la pongo porque pa'qué. Prefiero que un tuitero me diga "vea, hermano, usted es bueno, por eso lo sigo y quiero que me siga"; o que los Following Fridays me incluyan de vez en cuando, así lo único que diga es sandez tras sandez. Y que al menos una vez al día haga reír a alguien, no será LA vida pero me alegra saber que la gente disfruta leyéndome.

Exceptuando un par de usuarios que conozco, sorprendentemente mi paso por Twitter ha sido calmado y agradable, al contrario de lo que yo esperaba. Digo: a mi modo de ver, la comunidad 2.0 colombiana me parecía bastante cerrada, como me pareció que demostraban varios tuitazos respecto a sus reuniones y eventos. Un día de esos, me dio por añadir gente más allá de mi contacto. Y facilito: en Twitter, una de las características que más me agradó fue ver que la gente lo añade a uno y lo sigue, y que uno puede entrar en una polémica con toda la facilidad y poner su granito de arena a pesar de que la opinión, vista dos días después, le haga decir a uno "uy, la iba cagando".

También en eso Twitter me sorprendió, pues la gente a nadie lo juzga porque usted es fulano, y como hace dos meses dijo esto entonces cáigale todos los días. Eso, por ejemplo, es un problema recurrente en un par de foros en el que ando, donde uno o dos pelagatos osan de recriminar cada nada temas que ni siquiera tienen que ver con el asunto a tratar. Por ejemplo, en un tema de fútbol, alguien trata de debilitar mi punto porque "usted es un pobre güevón que sólo tiene cibertragas". Y sí, tengo cibertragas y ciberamistades, y qué! También tengo novia, y amigos muy cercanos.

Así pues, no faltan los trolls. Algún pelmazo que se cree la última CocaCola del desierto, así malviva en un puesto de morondanga para algún oscuro y recóndito agujero del inmenso entramado que es la economía nacional. Algún tipo que, por razones que se escapan a mi limitado intelecto, dio por creer que el trabajo de su vida es joderme la vida. Y que, para colmo de males, cree que mis opiniones son demeritables sin motivo, con términos del calibre de "cobardazo", "blogger orate", "gentucita" (qué horror de término, si de por sí gentuza es un diminutivo, pa'qué otro!) y así.

Pero por supuesto, está de contrapeso una comunidad bastante amplia y, sobre todo, colaborativa. Tengo en este momento 62 seguidores, entre los que hay unos 5 o 6 spammers. A los otros 56 los sigo. Y con todos he intentado cruzar al menos una palabra, muchas veces con éxito. Entre ellos he visto que se ayudan, y yo mismo he conseguido ayudar a algunos, sin saber nada de ellos, ni que ellos sepan nada de mí, más allá de que es @mengano y me sigue, y yo lo sigo. No puedo decir que soy el gran twittero, pero algo intento, y sobre todo, sé que es posible que alguien me responda.

En la comunidad 2.0 no estoy integrado, y no sé qué tan posible es que me integre. Para probarlo, voy a ir a un evento que es el domingo 6, habrá francachela, comilona y esas cosas. Si no logro integrarme, pensaré en la gente detrás de los usuarios de Twitter de la forma que me dijo cierta conocida, antropóloga ella, cuando le solucioné un problemita de la universidad mientras ella andaba en Madrid: "estoy seguro que eres virtual". El Bacardí también lo era, deduzco.

Si logro integrarme, sé que podré complementar los conocimientos de 6 años de gente universitaria, 4 años de usuarios de Hattrick, 2 años de controversistas y 2 de bloggers y cajuelos, con los de la comunidad 2.0 y sus derivados, y eso es ganancia. Y mientras los trolls se mantengan en su cueva, no veo por qué habría de preocuparme más. No es suficiente con las preocupaciones cotidianas, como para preocuparme por problemas virtuales?