lunes, 22 de diciembre de 2014

Se va Peláez y quedamos sus émulos

Era 2005. El único que creía que yo tenía lo necesario para ser un ingeniero químico era yo mismo, pero cada vez una desidia más grande me agobiaba con respecto al estudio. En ese entonces una gran amiga, que creo está ahora en España (allá andaba la última vez que perdí contacto con ella), me habló por primera vez de una voz que oía constantemente sin pararle bolas:

- ¿Y usted por qué no se hace periodista? Mire a Peláez, él era ingeniero y ahora presenta La Luciérnaga.
- ¿Yo de periodista? Tengo cara para radio y voz para periódico.


A partir de ahí me picó el bichito de la curiosidad y puse más atención al programa que mi tía, con quien vivía en ese entonces, tenía sagradamente en la emisora hasta las 8. Héctor Rincón, Guillermo Díaz Salamanca, Gabriel de las Casas, Alexandra Montoya, un grupo al que no recuerdo su nombre (¿Salpicón?) y en el centro, el doctor Peláez. El único periodista deportivo que es llamado "doctor": los doce años que trabajó en empresas petroleras como vendedor validan que su título de ingeniero químico obtenido en la Universidad de América es tan merecido como el de aquella compañera que me habló de él.

Hernán Peláez Restrepo prefirió comentar fútbol a vender lubricantes, para bien de todo el país. No solo por los comentarios amenos, claros y contundentes que difieren por completo del escándalo ampuloso y grandilocuente propio de la radio colombiana. También por aquel programa creado a las carreras para cubrir un espacio durante el apagón de 1992, que originalmente iba a durar solo lo que durara el apagón y que iba a dirigir Darío Arizmendi. Al final se lo dieron a Peláez mientras tanto.

Este 23 de diciembre de 2014, 22 años después del arranque de ese programa temporal, el doctor Peláez deja la silla de director de La Luciérnaga, donde lideró el programa más influyente de la radio colombiana. Ha sobrevivido la presión de varios gobiernos, el reemplazo de todos sus miembros, la llegada arrolladora de Internet, múltiples intentos de competencia y hasta las peleas entre sus propios integrantes. Ahora deja a Gustavo Gómez esa silla de director, y el peso de sostener este programa en su delicado equilibrio, y de permitirle mantenerse sin la influencia del doctor Peláez.

Esa influencia no está solamente en La Luciérnaga, o en el Pulso del Fútbol que seguirá presentando a la hora del almuerzo. Se siente detrás en los cientos de personas que, como yo, estudiamos periodismo por este maestro. Hernán Peláez sobrevivirá a sus programas: estará detrás de muchos jóvenes que hoy en día escribimos piezas como esta humilde columna. Mañana se va Peláez, quedamos muchos que esperamos emular y refinar esa sabiduría mostrada durante años en la radio colombiana.