sábado, 12 de enero de 2013

Petro, Prensa y Basura

Como está dicho hasta la saciedad, la crisis de las basuras que hubo recientemente en Bogotá permitió diagnosticar graves problemas. El primero, que el alcalde Petro tiene ciertas tendencias a la improvisación en sus cosas. Nada hubiera pasado si unos compactadores hubieran llegado en septiembre, sobre todo considerando que la necesidad de compactadores para el operador público de las basuras se sabía desde mucho tiempo atrás. Por otro lado, se mantiene la lucha de un grupo de los medios contra todo lo que haga el alcalde Petro, excelentemente ejemplificada por Arizmendi. Y sobre todo, que ambos bandos hacen de todo para alimentar al otro con sus respuestas y contrarrespuestas.

Tomemos el caso de los compactadores usados importados desde Estados Unidos. Primero la pelea era que como eran viejos, no servían. Luego, que algunos llegaron en (evidente) mal estado de latonería y pintura, casi como los camiones que usa básicamente cualquier otro pueblo en el que no viven los Arizmendis ni Julitos. Después, que no iban a pasar la revisión tecnomecánica. Y ahora está en duda el precio de cada compactador, que según Gustavo Gómez es de $360000 (pesos colombianos, léase, US$200).

Petro se escuda en decir que la prensa está en su contra, y pelear como gato patas arriba desde Twitter. El problema es que ese es el trabajo de la prensa, fiscalizar a los gobiernos cuando sus actuaciones son lesivas al interés público. Decía Lucas Caballero Calderón, Klim, en una columna escrita en 1978: "el ideal sería que los gobiernos fueran perfectos, para que toda la prensa, sin excepción, fuera cerradamente gobiernista. Pero ahí está la cosa. Los gobiernos no solamente no son perfectos, sino que a veces son malos y en ocasiones pésimos, y esto [...] permite que los diarios no fluctúen exclusivamente entre la babosería del Telediario Oficial y los editoriales de la prensa amiga".

Klim se refería, con lo de los gobiernos pésimos, a otro mandatario con problemas con la prensa, Alfonso López Michelsen. Y muchos de esos problemas eran con el propio Klim, por ser tan penetrante, e incluso llegar a lo fastidioso, con asuntos de interés público que indicaban beneficios del presidente a sus hijos con amenaza de corrupción. Por supuesto eso no es lo que sucede con Petro (que se sepa), pero la idea es la misma: para gran parte de la prensa, las actuaciones de Petro lidiando con el tema de Aguas de Bogotá son lesivas para el patrimonio de los bogotanos.

Por otro lado, las actuaciones de Petro han dado papaya de forma impresionante. La basura en las calles el 18 de diciembre, las volquetas recogiendo basura, la renegociación acelerada con los operadores privados, y ahora la importación de los compactadores. Hoy el alcalde se ufana porque los camiones pasaron la revisión tecnomecánica, y aprovecha para disparar puyas a sus opositores en 140 caracteres. Pero lo mínimo que uno esperaría al comprar un carro usado es que esté bien de latas y de motor. En una de esas va a empezar a refregarnos los SOAT y las tarjetas de propiedad para demostrar cómo ha crecido el patrimonio de la Capital.

Pero ambos lados están polarizándose. La prensa recordando que el 70% de Bogotá no votó por Petro. El alcalde azuzando rumores de los intereses particulares de ciertos periodistas con los operadores privados. Todos dejando de lado la pala y el pico de trabajar por la comunidad bogotana por enfrascarse en peleas privadas desde el celular del alcalde, que ya debe estar de cambiar pantalla, y los micrófonos y columnas periodísticas. Y eso es lo que más necesita la ciudad: el fin de las peleas para que haya trabajo desde el Palacio Liévano. Y alguien encima pendiente, tal como se está pendiente de los obreros cuando remodelan una casa. No va y sea que quede mal, y a los dos años toque re-remodelarla porque se levantaron los pisos y la pintura está mohosa...